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Apuntes de Historia IV
 
 
 
 
 
 
 
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27 de Enero de 2013
El Guadalquivir.Razón e Historia (IV)  
Manuel Jesús Parodi Álvarez.-Tal y como hemos considerado en anteriores entregas de esta serie, mientras la información proporcionada acerca de la navegabilidad y la navegación por el antiguo Baetis por determinadas fuentes clásicas, tales como Rufo Festo Avieno, Pomponio Mela o Plinio el Viejono se detienen demasiado sobre este asunto, pasando sobre este particular sin profundizar en el mismo, sería otro tratadista clásico, el grecorromano Estrabón quien, en época de Augusto, nos ofrezca un más detallado conocimiento sobre el río y la naturaleza de su curso y desembocadura.
De este modo, este autor dedica un pasaje completo de su Geografía (III.2.4)a retratar y la describir el estado que mostraban (en el momento de la redacción de su obra) los esteros y canales del ámbito de la desembocadura del Baetis, el antiguo Lago Ligustino y la actual Bahía de Cádiz; en estas líneas, Estrabón nos detalla las condiciones de navegabilidad de los caños y esteros, unas condiciones las cuales habrían de ser óptimas según la fuente, especialmente para las embarcaciones ligeras tan empleadas por los nativos de la zona entonces como hoy. Estos caños, canales y esteros penetraban en la tierra firme desde la orilla de la costa marina, haciendo factible la navegación entre la costa y el interior de las tierras de la desembocadura del Baetis para embarcaciones de distintos tamaños, desde las más pequeñas hasta otras de mayores proporciones, siempre según el referido Estrabón.

Es de considerar que significativamente las condiciones de estas costas gaditanas, que fueran estudiadas como vemos por el griego Estrabón, serían asimismo descritas de manera muy similar por el aristócrata romano Plinio el Viejo, quien en su Historia Natural (III.16) señala cómo en la Bética“…en unos sitios los mares van comiéndose a la larga las orillas, en otros es la tierra la que avanza sobre las aguas...”,  brindando de este modo unas ventajas incluso mayores que los propios cursos fluviales de la región (como podría ser el caso de los ríos Guadalete e Iro, más al Sur-Sureste respecto al Baetis), ya que en el caso de los esteros costeros del Lago Ligustino no habrían de remontarse desniveles, no habría de ser superada la corriente descendente de los ríos, y se contaría igualmente con el vital y cadencioso ritmo e impulso de las mareas, lo cual contribuiría a favorecer el desarrollo y continuidad de la navegación.
 
            Esta acción de las mareas del Océano posibilitaría penetrar con mayor profundidad en las tierras costeras así como mantener la navegabilidad en aquellos caños de los que no se retirasen por completo las aguas con la bajamar, tal y como señala Estrabón en su Geografía (III.2.4); así pues podría disponerse de esta manera de lo que cabe considerar como unos verdaderos canales interiores de comunicación, en cuyos orígenes y sobre todo en cuyo mantenimiento en función la mano del hombre habría jugado y continuaría jugando un notable papel en tiempos históricos, los cuales pondrían en contacto entre sí y con la orilla del mar, con relativa facilidad, las otrora tierras tartesias del inmediato interior del ámbito del Lago Ligustino.
 
            De esta verdadera red de caños y canales de naturaleza mixta, marina y fluvial, existentes en torno al lago Ligustino, la desembocadura del Baetis y la antigua Bahía gaditana se aprovecharían para su sustento y establecimiento los naturales de la región, como cuenta igualmente el propio Estrabón (en su Geografía, III.2.5), a la hora de establecer sus núcleos de habitación; este mismo autor, al señalar la utilidad de los esteros como vías de comunicación, apunta indirectamente el valor de los cursos fluviales a tales efectos; así, y de este modo, señala que los nativos de la región habrían fundado sus ciudades, sus núcleos de población, precisamente junto a los esteros, ya que éstos podían ser utilizados con la misma finalidad de los ríos, esto es, como vías de comunicación y de transporte, como mecanismos económicos a la par que como medios de control del territorio.
 
            No podemos obviar que igualmente habrían de servirse de estas vías acuáticas interiores las instalaciones de puertos como el “Gaditanum” mencionado por Pomponio Mela (en su Chorographia, III.4), el cual -como es sabido- habría sido construido por Balbo el Menor, gaditano de origen fenicio perteneciente al entorno político inmediato de Augusto, hacia finales del siglo I a.C. en la tierra firme frente a las islas gaditanas, esto es, en la costa de aquel “litus curense” de curvado seno que citan las fuentes y que mencionásemos con anterioridad.
 
            Acerca de la vinculación entre esteros y navegación marítima dejan constancia las fuentes literarias; precisamente a las instalaciones conformadas por el arsenal y puerto de Balbo en la Bahía de Cádiz, en un marco plagado de caños, canales y esteros, habría requerido Julio César la construcción de diversas unidades navales con motivo de sus campañas atlánticas, como se señala en el De Bello Civile(I.54; II.18; II.21) y en el De Bello Gallico (V.1). El papel que las fuentes clásicas confieren a los esteros, canales y caños del lago Ligustino y su saco meridional, la Bahía Gaditana con el Guadalete, queda de este modo patente: su vinculación con los asentamientos humanos, su disponibilidad como vías navegables de comunicación y su utilidad de cara al desarrollo de la construcción naval, una actividad que de acuerdo con Estrabón, constituía una de las más relevantes de la región turdetana, que viene a corresponder grosso modo con la Andalucía antigua (Geografía, III.2.6), se manifiestan como realidades bien conocidas por los autores de la Antigüedad.
 
            Habremos de tener en cuenta igualmente la evolución del paisaje en el ámbito de la desembocadura del Guadalquivir antiguo para mejor entender la realidad del medio en el momento en cuestión en que centramos nuestra atención. La potente acción colmatadora del río Baetis, combinada con la del Guadalete, habría paulatinamente contribuido a la colmatación de la lámina de agua del lacus Ligustinus de las fuentes, y a consecuencia de ello la desembocadura del antiguo Guadalquivir se habría transformado grandemente en tiempos históricos, de modo que la red de esteros y canales habría debido ser mucho mayor en la Antigüedadde lo que aún hoy sigue siendo; así, cabe señalar cómo Estrabón (III.2.5) cita entre las ciudades situadas junto a los esteros del Guadalquivir las de Asta y Nabrissa, correspondiéndose la segunda con la actual localidad de Lebrija y situándose la primera entre ésta y la actual Jerez de la Frontera; pues bien, sus correspondientes modernas se encuentran hoy día al interior, alejadas no sólo de la costa, sino también de los esteros del ámbito costero, unos esteros y canales circunscritos hoy a los términos municipales del entorno meridional de este contexto, en la Bahía de Cádiz. Esta mayor extensión e influencia del medio acuático en la comarca explicaría el papel de los caños como vías de comunicación útiles y naturales, siendo habitualmente utilizados por los nativos de la región.
 
            Los “caños” mencionados por las fuentes, como el grecolatino Estrabón, no debían ser únicamente esos esteros que aún deja la acción de las mareas al descubierto al retirarse tras la pleamar, sino que hemos de contar igualmente con la presencia de un número muy superior de estas verdaderas corrientes de agua (siendo algunas de las mismas verdaderos brazos de mar ya señalados en algún caso como tales por los mismos autores de la Antigüedad), las cuales, a modo y manera de ríos “a la  inversa” (puesto que su fluir depende de forma casi exclusiva de la acción del Océano, marchando desde éste hacia el interior de las tierras) penetran en tierra firme originando ese modelo de paisaje tan particular y característico, resultado de la interacción de los medios terrestre y marino, tan bien reflejado en algunas fuentes clásicas. La Marisma, madre de Doñana, sigue siendo hoy día una vieja conocida de estas tierras.
 
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