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Apuntes de Historia XXIV
 
 
 
 
 
 
 
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16 de Junio de 2013
 “Antonio Ponz, viajero en Sanlúcar (III)
Manuel Jesús Parodi.-Venimos contemplando en los últimos artículos de esta serie, dedicada genéricamente a acercarnos a distintos episodios de “Sanlúcar en su Historia”, la visita que realizara a nuestra ciudad a finales del siglo XVIII de un inspector regio, don Antonio Ponz, comisionado por la Corona para llevar a cabo una visita de inspección en principio circunscrita a los reinos de Andalucía (como digresión, señalar que los Reinos históricos de Andalucía son cuatro: Córdoba, Granada -que englobaba a dicha provincia junto a las de Málaga y Almería-, el Santo Reino de Jaén, y el Reino de Sevilla -en el que se reunían las actuales provincias de Sevilla, Huelva, Cádiz y Badajoz) pero que acabaría extendiéndose al resto de los territorios peninsulares de la Monarquía Hispánica.

Ponz, sacerdote, hombre de su época, ilustrado, secretario regio, miembro de las Reales Academias de la Historia y de San Fernando, sería autor de una obra de título “Viaje fuera de España”, en dos volúmenes, trabajo publicado en un ambiente prerrevolucionario (vio la luz en 1785) en el que se recogerían sus experiencias por diferentes estados y territorios europeos, tales como los Países Bajos, Inglaterra, Bélgica y Francia, y que serviría a nuestro autor para hacer una defensa de los usos hispanos frente a los modernismos y costumbres extranjeras.

Es, en cambio, su estudio titulado “Viaje de España” (obra póstuma en 18 tomos) la que viene centrando nuestro interés, ya que en algunas páginas de su tomo XVIII se recogen las experiencias y valoraciones de Ponz a su paso por Sanlúcar de Barrameda. Hemos dedicado los párrafos precedentes a la impresión, muy favorable, que en Ponz produjera la finca de El Picacho, de la que valora y pondera las que a su juicio eran sus múltiples virtudes.
 
Del mismo modo es de destacar el tono altamente positivo con el que, en general, don Antonio Ponz habla de la ciudad de Sanlúcar; en este sentido, y a modo de ejemplo, cabe apreciar los comentarios de nuestro ilustrado autor dedicados a señalar la notable mejoría que en su opinión había experimentado la ciudad en los años transcurridos desde su anterior visita a la misma en materias como la limpieza y el estado general de la población, o, en palabras textuales del autor, “…así en sus calles como en el Caserío y en otros ramos de Policía…”; para entender mejor este último concepto (“policía”) en el uso que le da Ponz será mejor recurrir al DRAE (Diccionario de la Real Academia Española), que señala en sus acepciones 2 y 3 los siguientes significados para el mismo: 2. f.“Buen orden que se observa y guarda en las ciudades y repúblicas, cumpliéndose las leyes u ordenanzas establecidas para su mejor gobierno”. 3. f.“Limpieza, aseo”.
 
Así pues, cuando Ponz pondera las mejoras en la “policía” de Sanlúcar de Barrameda en la segunda mitad del siglo XVIII está haciendo referencia a la mejoría en el orden de la ciudad y en la limpieza de la misma, empleando para ello un término hoy prácticamente en desuso con tales significados (el de “policía”), y que por ello podría inducir a error de no aclararse su verdadero valor (el auténtico sentido con que lo emplea el autor); abúndese en el detalle señalando que “pulizía”, en italiano, significa precisamente “limpieza”.   
 
Mención no menos interesante es la que realiza Ponz acerca del muelle cercano al Castillo del Espíritu Santo, obra (la del referido muelle) ya arruinada en los días en que escribe nuestro autor y del que en dichos momentos sólo podían apreciarse los restos en la bajamar; debió ser éste el muelle o dique construido en la segunda mitad del siglo XVII, que tendría una breve vida víctima de la propia fábrica del mismo, de las condiciones siempre adversas (para una obra fija) de nuestro río-mar y que se acabaría de destruir, de acuerdo con el testimonio ponziano “…con el terremoto de 1755…”, esto es, con el célebre maremoto de Cádiz (tsunami resabio acuático del terremoto de Lisboa que, como es sabido, afectó gravemente a estas costas en dicho año), que habría llevado a término la labor de destrucción de esta estructura pensada para durar y construida para no hacerlo, como habrían de demostrar, finalmente, los hechos.
 
No mucho aprecio muestra Ponz, que todo hay que decirlo, a la hora de ponderar a los templos sanluqueños; es menester señalar que en ello no existe animadversión concreta alguna en relación con las iglesias de Sanlúcar, ni con su arte mueble ni con sus estructuras inmuebles: se trata, más bien, de que al ilustrado Ponz poca gracia le hacían los gustos y modos del Barroco, que consideraba caducos y superados.
 
Así, esta nota de carácter es de tener en cuenta a la hora de pasar la vista por los párrafos que Ponz dedica a los templos de la ciudad. Entre éstos, menciona a la Parroquia de Nuestra Señora de la O, a la iglesia de Santa Ana, a la de los PP. Dominicos y a la de San Francisco. Pondera algo más a la iglesia de La Merced: el tono empleado al tratar sobre esta iglesia y sobre sus contenidos artísticos es mucho mejor y más positivo que el utilizado con la mayor parte de las anteriores (excepción hecha de la de Santa Ana, tratada también de manera más positiva que a la media); habla de “…otras Iglesias…”, sin detenerse a mencionar ninguna, salvo al convento de La Victoria, del que elogia su claustro, y a San Jerónimo, del que sólo destaca “…la frondosa situación del sitio”.
 
Distinta será su valoración de otra de las obras arquitectónicas monumentales fundamentales de nuestra ciudad: el Castillo de Santiago, edificio histórico que también encuentra su espacio en los párrafos de don Antonio Ponz, pero que es tratado en un modo y con un  tono muy diferente del desplegado por nuestro ilustrado abate a la hora de calificar, ponderar y comentar a los edificios de naturaleza religiosa existentes en la población.
 
Del castillo dice literalmente Ponz que “…era cosa buena por su elevada situación, fortaleza y excelentes vistas por todos lados…”. Como vemos, Ponz tiene una opinión positiva sobre la obra, capacidad y funcionalidad de esta fortaleza medieval, bien construida y bien situada de cara al cumplimiento de sus funciones. Pero no se escapa a nuestro autor la realidad de la situación, la diferencia y distancia existentes entre las características originales del castillo y su situación a mediados-fines del siglo XVIII, cuando él lo conoce y describe.
 
De esta manera, Ponz, en la línea de su espíritu ilustrado, crítico y racionalista, señala que este monumento “…se va arruinando, como las demás obras de esta clase que, como hemos dicho otras veces, debieran haberse conservado”. Vemos, pues, que Antonio Ponz no vacila a la hora de denunciar el estado de las cosas que desaprueba, y que, en lo que atañe a este caso concreto, sus palabras delatan el mal estado de conservación del castillo en el Setecientos, cosa llamativa si hemos de considerar cómo esta estructura defensiva fue reutilizada como cuartel en distintos momentos de su historia, incluso en fechas posteriores a las correspondientes con el viaje de este académico ilustrado.
 
En cualquier caso, el firme carácter de este sacerdote e historiador se deja ver en sus párrafos cuando no vacila en dejar constancia del testimonio de sus impresiones en el marco de un viaje de inspección que le llevaría por todos los rincones de la España peninsular de su época.
En una próxima entrega de esta pequeña serie dedicada a la visita de Ponz a Sanlúcar traeremos a colación sus palabras e impresiones sobre el Coto de Doñana, que recibe un nombre distinto en sus páginas.

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