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Apuntes de Historia XXV
 
 
 
 
 
 
 
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23 de Junio de 2013
Antonio Ponz, viajero en Sanlúcar (IV)
Manuel Jesús Parodi Álvarez.-En las últimas semanas hemos venido contemplando en estas páginas el trabajo desarrollado en la segunda mitad del siglo XVIII por don Antonio Ponz en la que cabe considerar sin lugar a dudad como una de las obras descriptivas de más entidad y significado aparecidas sobre nuestro país en los últimos dos siglos, esto es, el monumental “Viage de España” (sic), en dieciocho volúmenes, trabajo rematado y publicado, al cabo, de manera póstuma; a título de anécdota es de señalar que su autor y su impresor fallecieron antes de que el último tomo del mismo (el XVIII) viera finalmente la luz.

El autor de esta ingente recopilación de datos acerca de la España de la época fue, como sabemos, el erudito, académico, sacerdote e historiador don Antonio Ponz, “secretario que fue de Su Majestad y Consiliario de la Real Academia de San Fernando, individuo de la Real de la Historia y de las Reales Sociedades Bascongada y Económica de Madrid, etcétera” (sic), de acuerdo con lo expuesto en la portada de la edición facsímil de este trabajo que fuera publicada por Ediciones Atlas en Madrid, en 1972 (de lo que en breve se cumplirán precisamente seis lustros, lo que es decir tres décadas).

Este estudio consistió en una recopilación de datos sobre la España de la segunda mitad del Setecientos (a caballo entre los reinados de Carlos III y su hijo y heredero Carlos IV), y su edición sería concluida por el sobrino del autor (a causa del óbito de don Antonio, como hemos mencionado, agotado en lo físico por los años dedicados a esta tarea desmedida), José Ponz.
 
La intención primera de Carlos III fue enviar a un inspector que comprobase el estado de los bienes que habían pertenecido a la Compañía de Jesús, expulsada de España por el propio soberano mediante la Pragmática Sanción de 1767; la Compañía fue expulsada de diferentes reinos europeos en la segunda mitad del XVIII; así, de Portugal en 1759, de Francia en 1763 y de España en 1767, para ser posteriormente abolida por el papa en 1773; pese a todo ello, la Compañía sobrevivió en la clandestinidad (aunque no fue expulsada de países como Rusia, de confesión ortodoxa pero donde se permitió seguir existiendo a la Compañía de Jesús) para ser devuelta a la vida en 1813 por el papa Pío VII.
 
Los bienes de la Compañía de Jesús, tras su expulsión del país (y de los Reinos Hispánicos de Ultramar), habían sido incautados por el Estado, motivo por el cual la Corona decidió comprobar el estado de los referidos bienes por el recurso de nombrar a un inspector que se encargase de llevar a cabo una auditoría sobre éstos; el encargo recayó sobre el abate Ponz, a quien se encomendaría finalmente además llevar a cabo un estudio de carácter más general sobre el estado de los Reinos peninsulares hispanos, y que no se ciñera solamente al propósito original del encargo carolino, circunscrito a lo relativo a la Compañía de Jesús.
 
Trascendidos los motivos iniciales de su viaje, don Antonio Ponz pasaría por Sanlúcar de Barrameda, recogiendo sus impresiones de esta visita y plasmándolas en el tomo XVIII de su “Viage”. En este sentido, en los artículos precedentes hemos tenido ocasión de acercarnos a los párrafos dedicados por nuestro ilustrado autor al buen estado general de la ciudad, a la limpieza y “policía” de sus calles, a la finca “El Picacho”, modelo de recreo urbano y de espacio ordenado y pulcro, así como al Castillo y a las iglesias y demás edificios religiosos que menciona en sus páginas, con dispar opinión (muy marcada por su personal aversión al Barroco -que con tanta intensidad suele poblar los interiores de nuestros monumentos religiosos, en Andalucía en general y en Sanlúcar en particular- como estilo y modelo artístico).
 
Uno de los espacios de la ciudad de Sanlúcar de Barrameda (más concretamente de su entorno inmediato) en los que se detiene don Antonio Ponz es el actual Parque Natural de Doñana, al que denomina “Coso (o ‘Coto’) de Oñana”, señalando que lo llaman “…vulgarmente de Doña Ana”; parecería, pues, o bien que este espacio natural recibía otro nombre en la época, o que (más bien) eran varias las denominaciones (y las interpretaciones de las mismas) con las que se recurría a la hora de hablar del Coto de Doñana.
 
Tras detenerse un instante a conceder unas (breves) líneas a las Antigüedades de estas tierras sanluqueñas, señalando que la fundación de esta ciudad era obra de los tartesios (lugar común repetido desde antiguo), y mencionando la existencia de un célebre templo dedicado a Venus bajo el nombre de Lucero en este mismo entorno (el famoso templo del Lucero, conocido desde la Antigüedad y generalmente identificado con el yacimiento arqueológico del Santuario de La Algaida, aunque existen más hipótesis al respecto), confiriéndole el carácter y la naturaleza de centro de peregrinaciones para las poblaciones de los contornos, solas menciones al pasado protohistórico y antiguo de estas tierras realizadas por nuestro autor, Ponz aborda su particular discurso sobre el Coto (o Coso) de Oñana (sic).
Entre otras cuestiones, menciona brevemente el señorío ejercido por la Casa de Guzmán sobre la ciudad de Sanlúcar, y cómo Felipe IV “…la incorporó a la Monarquía, recompensando a sus antiguos dueños”; no podemos pasar por alto que Ponz es un servidor del Estado cuya cabeza es el soberano, Carlos III, descendiente de Felipe IV; en esto, el abate mantendrá una actitud clara y decididamente estatalista, propia del siglo en el que vive y escribe, más común de lo que él mismo podría llegar a creer con los jacobinos franceses.
 
Habla Ponz de la famosa visita de Felipe IV al Coto, a la que fecha en 1624, del esplendor de aquella ocasión y del desprendimiento y generosidad del duque de Medina Sidonia como anfitrión, señalando en este sentido que (en materia de tales lujo y generosidad) “... poco de esto se habrá visto en tiempos antiguos y modernos”, amparándose para emitir tal juicio en una “…relación impresa entonces de este recibimiento…” a la que habría tenido acceso directo el propio don Antonio (con lo que  nuestro abate sería conocedor de lo acontecido siglo y medio atrás merced a dicho testimonio escrito).
 
En el Coto y su entorno menciona Ponz hitos y sitios tales como el “Lomo del Grullo ó Real Bosque” (sic), “…un caño de agua que llaman la madre…”, las “Rosinas”, el “Palacio”, y pueblos como los de Almonte, Villamanrique, Hinojos, Pilas y Rociana; al mismo tiempo nos proporciona noticias sobre la flora y la fauna del sitio, deteniéndose a considerar cómo tanto peces como aves “…tienen nombres muy diversos aun en un mismo Reyno, y sin ser de diversa clase, según ha querido el vulgo de los pescadores y de los aficionados a la caza” (sic), haciendo esta puntualización para los profanos en la materia y confiriendo de este modo a los especialistas profesionales de la caza y la pesca la autoridad en materia de nominar a las especies animales siguiendo la costumbre y el uso de las distintas tierras donde aquellas existieran, en lo que podríamos considerar como una breve digresión naturalista y etnológica.
 
La próxima entrega de esta serie dará fin a los párrafos del abate Ponz sobre Sanlúcar, que se centran en un asunto de relativa actualidad hoy día, y que será sin duda de creciente actualidad en los años por venir: la primera Circunnavegación del Globo Terrestre por la expedición Magallanes-Elcano, que también encuentra su hueco en las páginas del tomo XVIII del “Viage de España” de don Antonio Ponz.

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