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Apuntes de Historia XLVII
 
 
 
 
 
 
 
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24 de Noviembre de 2013
Barquitos olvidados en el Barrio Alto (I)
Manuel Jesús Parodi Álvarez.-En anteriores capítulos de esta serie que dedicamos a la Historia local de Sanlúcar de Barrameda nos hemos aproximado, entre otros temas, a la cuestión relativa a la Sanlúcar medieval islámica, tratando de acercarnos a la realidad del poblamiento en el casco histórico sanluqueño hace unos novecientos años (es fácil dejarse llevar por la pasión y redondearlo en el milenio, pero preferimos ser prudentes), en la medida en que el estado del conocimiento actual lo permite.
Sabemos muy poco; conocemos fundamentalmente lo que nos cuentan las fuentes historiográficas, es decir, los textos históricos de siglos pasados), los cuales en buena medida recurren al expediente de citarse y recitarse, repitiendo lugares comunes de un autor a otro, ya que la Arqueología (tanto la investigación arqueológica tradicional como la arqueología paramental) no ha explorado aún como sería interesante (y muy necesario) el casco de nuestro solar histórico (en el caso que nos ocupa, el de nuestro Barrio Alto).

Pero hay excepciones. Entre los historiadores del pasado (de los siglos XVI, XVII o XVIII) que se han ocupado de estos asuntos habrá de resultar diferente, como casi siempre, el caso (y los testimonios) del marqués de Campo Ameno, Juan Pedro Velázquez Gaztelu, tan vinculado a la Casa Ducal de Medina Sidonia y sus Archivos y quien, junto a otras obras de su autoría, rescatadas gracias a la labor de la Asociación Sanluqueña de Encuentros con la Historia y el Arte (ASEHA) y al esfuerzo de historiadores contemporáneos como los profesores Manuel Romero Tallafigo y Fernando Cruz Isidoro, dedicó algunos párrafos a considerar la realidad de la cerca amurallada de la Sanlúcar musulmana.
 
Velázquez Gaztelu, en el siglo XVIII, realiza una descripción de la traza de la cerca de muralla de época guzmana (de la ampliación del perímetro murado precedente llevada a cabo por los Guzmanes ya asentados, desde fines del siglo XIII y principios del XIV, en el señorío de la entonces villa), ofreciendo igualmente (en el segundo volumen de su “Historia Antigua y Moderna de Sanlúcar de Barrameda”, trabajo en 5 tomos editado por ASEHA bajo la dirección del profesor Romero Tallafigo) información sobre el trazado de la cerca de la Sanlúcar islámica en el Barrio Alto, un espacio murado (de reducidas dimensiones) al que hemos dedicado varios artículos precedentes en esta y otras series y al que de forma tradicional se ha dado en llamar “Castillo (o ‘Alcázar’) de las Siete Torres’.
 
Bajo esta denominación tradicional tan “exitosa” que ha marcado tendencia (de modo que incluso en la actualidad algunos de entre quienes ponen en cuestión lo relativo a la Sanlúcar islámica hablan del “alcázar”, empleando un término que se adapta mal a lo que pudo ser dicha realidad en épocas emiral, califal, almorávide y almohade: esto es, a lo comprendido entre los siglos IX y XIII de nuestra Era), podría encontrarse la cerca (o cercas, si se trata de más de un recinto) de la población islámica, el “hisn” o espacio amurallado de la población del que hemos hablado en anteriormente (amén del ribat del Palacio Ducal, anejo al hisn o englobado en el mismo).
 
La información que proporciona Velázquez Gaztelu resulta de un enorme valor de cara a plantear hipótesis sobre este período histórico, tan en sombra. Y es aún más valiosa porque el marqués escribe sobre no sólo sobre lo que ha estudiado, sino sobre lo que ha visto, sobre cosas que conoce de primera mano (o de segunda), sobre cosas que no existen o de las cuales (hasta hace unos años) se había perdido la pista.
 
Por lo demás, y como ya hemos tenido ocasión de exponer, consideramos que el hisn y el ribat islámicos anteriores a la presencia cristiana no se han volatilizado sin dejar trazas en el Barrio Alto. El viejo núcleo de población cerrado con su cerca, el hisn (o recinto amurallado), con su mezquita en el interior, contaría con un nuevo aspecto, con una nueva identidad, habiéndose transformado los lazos de relación entre el conjunto del hisn y el ribat (esa suerte de eremitario o monasterio-fortaleza musulmana) anejo, que se habrían visto transformados por el baile de los siglos. Ambos núcleos, hisn y ribat, habrían experimentado las lógicas transformaciones impuestas por el paso de los siglos, marcadas por la Historia.
 
En el ribat se encontraría el núcleo embrionario del Palacio Ducal, mientras por lo que toca a la cerca islámica, mucho más reducida en sus dimensiones y traza que la ampliación guzmana, podríamos encontrar uno de sus raros vestigios en el muro medieval emplazado en la manzana de edificios existente entre la calle Escuelas y la plaza de la Paz, hoy literalmente “encerrado” entre construcciones modernas sitas, como hemos señalado, entre la citada calle Escuelas y la plaza de la Paz, uno de cuyos tramos (al menos) habría conseguido sobrevivir hasta nuestros días como testigo de épocas pasadas, no siendo apreciable desde la calle por encontrarse reducido a una expresión mínima frente a lo que pudo ser su estado un día en época medieval.
 
Quizá este trozo de muralla pudiera ser puesto en relación con una de las “Siete Torres” del castillo de la historiografía tradicional; quizá no se trate tan sólo de un fragmento de la desaparecida cerca del hisn islámico; pudiera ser que nos encontrásemos (como nos han señalado las indicaciones de Velázquez Gaztelu, por ejemplo) ante los restos de la torre que sirvió para acoger al cabildo de la localidad hasta la construcción (ya cerrado el Medioevo, en el siglo XVI) del Cabildillo nuevo, en la confluencia de la calle Caballeros con la plaza de los Condes de Niebla y la plaza de la Paz, donde lo conocemos.
 
Dicha torre, que se contaría entre las “Siete” del “Castillo de las Siete Torres” de las fuentes, podría haber sobrevivido de manera fragmentaria hasta nuestros días, como parece indicar la alineación del trozo de muro en cuestión con el otro testigo murario conservado en el mismo patio y embutido en muros de edificaciones modernas, ya que ambos restos no se encuentran alineados y la traza conservada del muro exento parece señalar que ambos fragmentos (el exento y el que se inserta en las construcciones contemporáneas) estuvieron conectados entre sí, lo que habría sido posible si el muro exento se revela como una torre saliente de la línea de la cerca de la muralla y perteneciente al hisn.
 
Este pequeño lienzo de muralla de tapial, con notables muestras de reutilización en diferentes épocas y momentos históricos (como dos las saeteras que presenta, la baja altura y ubicación de las cuales nos señala la potencia arqueológica del sitio), tachonado de cerámica de época medieval (destacando algún fragmento de época almohade y con una cronología adscrita, grosso modo, a los siglos XI al XIII), presenta un revestimiento (amén de agujeros para viguería u otros que parecen hablar de canalizaciones y tuberías internas) muy posterior a las épocas islámicas en las que pudo ser erigido.
 
Este revestimiento pertenece asimismo a tiempos históricos, y quizá nos muestre una de las etapas (o facies) de la existencia del muro, en tiempos tardomedievales o modernos (esto es, en los siglos XV y/o XVI), revelando una información tan llamativa como interesante: presenta esgrafiados distintos diseños por la que habría sido su cara interior, entre los que destacan las siluetas de algunos barcos, datables en épocas medieval y moderna, coincidiendo quizá en el contexto cronológico con los barquitos del castillo de Santiago.

En próximos párrafos abordaremos este asunto, presentando hoy uno de dichos graffitti de barcos, anclados desde hace tantos y tantos siglos en pleno corazón del Barrio Alto.   


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