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Apuntes de Historia LIV
 
 
 
 
 
 
 
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12 de Enero de 2014
Arqueología perdida (III)
Manuel Jesús Parodi.-Como señalábamos en este mismo espacio cuando dimos comienzo a estos artículos dedicados a la que hemos querido denominar como la “Arqueología Perdida” de Sanlúcar de Barrameda, es muy cierto (a la par que muy triste) que determinados hitos de nuestro Patrimonio Arqueológico resultan ya irrecuperables, mal que nos pese.
Esto es más cierto aún en el caso (lamentable, muy lamentable) de los yacimientos arqueológicos del término municipal de Sanlúcar devastados, perdidos, a causa de la acción de alguno de los agentes que señalábamos en párrafos precedentes (y entre los que es posible contar desde posibles causas naturales a la acción/inacción de la mano humana).

Igualmente apuntábamos hacia la necesidad de reconsiderar, de estudiar y de llevar a cabo una revisión de algunos de los hitos arqueológicos conocidos, como sucede con los yacimientos arqueológicos “históricos” de Sanlúcar (conocidos y estudiados hace décadas, en el siglo pasado -literalmente se trata del siglo pasado, el siglo XX), los cuales pueden ofrecer todavía mucha más información de la que brindaron en su día, de ser considerados con métodos actuales. Y ello sin pasar por alto que aún hay mucho término municipal por reconocer y por estudiar…, y que, sin duda alguna, queda todavía una enorme tarea por hacer en el conocimiento de nuestro Patrimonio Histórico y Arqueológico.
 
Comenzamos en los párrafos anteriores a considerar algunos de los bienes muebles, de las piezas singulares que pertenecen al elenco del Patrimonio Histórico y Arqueológico de Sanlúcar de Barrameda, que han aparecido en unas u otras circunstancias en determinados lugares del término municipal sanluqueño y que, sin embargo y pese a ellos, no se conservan actualmente en nuestra ciudad y, por tanto, no se encuentran a la inmediata (y fácil) disposición de los sanluqueños para su disfrute y conocimiento.
 
Naturalmente en el caso de aquéllas a las que nos estamos refiriendo se trata de piezas conservadas por lo general en España, en el seno de determinadas Instituciones del Patrimonio (en Museos, fundamentalmente -pero no solamente), que o bien han sido encontradas en el curso de investigaciones de naturaleza arqueológica, o bien han resultado ser fruto de lo que de manera común viene a situarse bajo la denominación de “hallazgos casuales”, o bien -incluso puede hablarse de una “tercera vía”, por así decirlo- han “aparecido” en otros contextos y por mecanismos distintos de los antedichos.
 
Acerca de buena parte de estas piezas, o de los yacimientos y sitios arqueológicos en los que fueron encontradas, nos hemos ocupado en párrafos anteriores de la presente serie, que pueden ser considerados como introductorios al tema. Es precisamente por ello que no abundaremos ahora en el detalle de las singularidades de las referidas piezas más allá de lo imprescindible y nos remitiremos, en su caso, a los textos que han precedido a los párrafos que ahora (en éste y en siguientes artículos) presentamos.
Centraremos así pues, tal y como venimos señalando, el foco de nuestra atención en estas líneas sobre determinados objetos arqueológicos -que definitivamente son y deben ser contemplados como elementos plenamente integrantes de nuestro Patrimonio Histórico Mueble local y comarcal, y de nuestra herencia arqueológica- conservados en su mayoría en museos emplazados dentro y fuera de la provincia gaditana, pero no en Sanlúcar de Barrameda.
 
Otro espacio será el que vengamos a reservar más adelante (en próximas entregas) a piezas muebles “aparecidas” y “perdidas” en el término municipal (y en el casco urbano) de Sanlúcar, de las cuales sólo conocemos las noticias que nos han llegado de primera o segunda (o tercera) mano, bien de palabra, bien por haber sido recogidas en unas u otras publicaciones (generalmente antiguas) de manera previa a su vuelta a la oscuridad, por así decirlo.
 
De hecho, son estas informaciones verbales o las referencias textuales de carácter historiográfico las únicas fuentes para el conocimiento de la existencia de estos verdaderos “jirones perdidos” de nuestro Patrimonio Histórico; pero estas vías de información no ofrecen (en absoluto) exhaustividad, por lo que en casi el 100% de los casos sólo es posible constatar (sin contar con mayores ni mejores elementos de contraste tampoco) la referencia en cuestión, y la posible existencia de unos u otros elementos muebles (de naturalezas generalmente dispares en lo material y en lo cronológico, además).
 
Y, finalmente, y trascendiendo de los elementos muebles (conservados fuera de Sanlúcar o definitivamente perdidos en la oscuridad de la que un día quisieron -de forma fugaz- salir), habremos de considerar los elementos inmuebles: los yacimientos arqueológicos, las estructuras materiales que son reflejo de la mano y la presencia de las sociedades humanas en el tiempo.
 
En esta categoría, como sucede con la de los objetos muebles, es posible discernir entre los elementos conocidos y conservados (enterrados pero conservados tras su estudio), como es el caso de los tan mencionados yacimientos arqueológicos sanluqueños de La Algaida y de Évora, y aquellos otros conocidos pero no estudiados que siguen esperando el momento de su investigación arqueológica, o -incluso- de aquellos otros sitios arqueológicos ya definitivamente desaparecidos, perdidos, fatalmente devorados por el tiempo y la acción (o, como decíamos antes, la inacción) humana.
 
En el próximo capítulo de esta serie (D.v.) pasaremos a considerar algunas de las más destacadas piezas de nuestro Patrimonio Arqueológico Mueble (que es decir Histórico) que, conocidas, estudiadas y publicadas en diferentes espacios y medios (incluida la red de redes, internet), se conservan fuera (y en algunos casos, bien lejos) de Sanlúcar de Barrameda.
 
Haremos un recorrido por su identidad, sus señas de origen y carácter, su naturaleza material, sus características físicas y materiales, su peso histórico (y arqueológico), las distintas circunstancias de sus diferentes hallazgos, y los avatares que las alejaron de nuestra ciudad en los momentos en los que aparecieron (que vienen a abarcar, fundamentalmente, un arco de tiempo comprendido entre mediados del siglo XIX y finales del ya pasado siglo XX).
 
De este modo, algunas piezas tan destacadas como el Bronce de Bonanza (un elemento histórico ya en sí mismo, podría decirse), las del Tesoro de Évora, los objetos arqueológicos del Santuario de La Algaida (de naturaleza y carácter tan distinto entre sí), así como otros elementos singulares aislados (e incluso descontextualizados) serán protagonistas de los párrafos por venir: se trata en todos los casos de materiales conservados en museos públicos españoles (lo diremos así, ya que no todos son andaluces) y que, por tanto, se encuentran a la libre contemplación por parte del gran público.
 
La única “pega” (por emplear un lenguaje coloquial en este asunto) que cabría señalar desde una perspectiva “stricto sensu” sanluqueña en lo relativo a estos materiales, su conservación y su ubicación, es tan sencilla como rotunda: que no están en Sanlúcar.
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