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Apuntes de Historia XCIX
 
 
 
 
 
 
 
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23 de Noviembre de 2014
Perfiles de la Sanlúcar medieval II
Manuel Jesús Parodi Álvarez.-En la precedente entrega de esta serie de artículos dedicados a la divulgación de los valores de nuestra Historia y nuestro Patrimonio Histórico, que desde hace ya casi dos años (el primer artículo de estos “Apuntes de Historia” vería la luz el seis de enero de 2013) se viene asomando con una periodicidad semanal a los domingos de la ciudad hemos querido acercarnos, desde una perspectiva general, a los perfiles medievales de Sanlúcar, a los que hemos dedicado textos más específicos con anterioridad (y de seguro lo volveremos a hacer, abordando temas propios de dicho período histórico de la ciudad  y la comarca).
Realizábamos algunos trazos en los últimos párrafos del texto anterior sobre algunos de los hitos de la Sanlúcar del Medievo, como el Castillo de Santiago, el Palacio de Medina Sidonia o las murallas islámicas y guzmanas de la ciudad, al tiempo que esbozábamos algunas pinceladas sobre los espacios y los límites de este núcleo urbano medieval, circunscrito esencialmente al Barrio Alto sanluqueño.

Y hablando de los límites de esta pequeña ciudadela medieval, es de destacar que éstos sólo se dejarán ver ante los ojos atentos de quienes sepan leer sus claves, desvelando su secreto a través de la contemplación de unas estructuras mil veces reinterpretadas, releídas, reutilizadas y reformadas a lo largo del tiempo, a lo largo de mucho tiempo… Estos secretos se mostrarán bajo los perfiles de sus murallas, las de época islámica y las de época cristiana, antiguas también, pero más recientes en el tiempo…
 
Trazas de esta realidad centenaria las encontraremos en el colegio Albaicín, en la calle Escuelas, en la propia Plaza de la Paz, en el Muro Bajo, o en el Arquillo de Rota, una de las Puertas Medievales de la vieja Sanlúcar, que aún se abre, elegante y airosa, para dar paso a propios y extraños, a un entorno tan histórico como evocador…, mientras las calles y callejas de este rincón detenido en el tiempo, con sus aromas de vino y bodega, con su olor a manzanilla y vinos gruesos, como la Cava del Castillo, el Callejón de las Comedias, el de los Trapos, o la calle Caballeros, nos hablarán de tiempos pretéritos, de aventuras de capa y espada, del sueño de siglos sobre las piedras centenarias de un espacio tan singular como hermoso…
 
En pocos lugares, como en Sanlúcar, puede disfrutarse de un entorno en el que un Castillo legendario, un Palacio milenario, una antigua ciudadela islámica, y los restos de viejas murallas del tiempo de las Mil y Una Noches se den la mano en un baile de siglos, de muchos siglos, mientras -en ese mismo entorno- los selectos vinos sanluqueños reposan y se enriquecen en la penumbra tranquila de las bodegas históricas, dando forma a un paisaje sin parangón.   
 
Pero la Sanlúcar medieval no se circunscribe a la espléndida corona que ciñe a la ciudad desde el Barrio Alto… Los antiguos arrabales de la villa vieja acabaron por desparramarse fuera de las murallas, musulmanas y cristianas, trascendiendo unos límites ya angostos, y aún hoy es posible bajar los caminos viejos que un día hollaron bueyes, recuas y caminantes durante siglos, uniendo con su trajín cotidiano las partes Alta y Baja de la vieja villa sanluqueña…
 
Gracias a la Escalerilla de los Perros, la espalda del Barrio Alto se comunicaba con una de las zonas más relevantes del arrabal de la ciudad, la Judería…, mientras la Fuente Vieja era la confluencia natural entre el Barrio Bajo y el Barrio Alto (una de las confluencias naturales entre ambos espacios, en realidad, que no la única), que se daban la mano a través del Arquillo de Rota.
 
La Calle Baños, quizá identificable con el corazón de la antigua Judería, elevaba sus pasos al antiguo recinto amurallado del “Hisn” musulmán a través de otro acceso escalonado, mientras la Cava del Castillo y el Carril de los Ángeles, comunicaban el Castillo de Santiago con unos arrabales que acabarían conformando uno de los puntos cardinales del incipiente Barrio Bajo allá por los años en los que el Almirante Colón en su Tercer Viaje y la expedición de Magallanes-Elcano, que culminaría la Primera Circunnavegación del Globo Terráqueo, aprestaban sus naos, carracas y carabelas en las mismas orillas sanluqueñas que vieron crecer este nuevo perfil de la ciudad…, a finales del siglo XV y principios del XVI.
 
Pero el principal acceso a la ribera desde el Barrio Alto medieval era -y es- la Cuesta de Belén, que desde las faldas del Palacio Ducal (y antes, desde la sombra de los minaretes de la mezquita y el ribat islámicos) se abría, salvando las alturas de la Barranca, hasta las orillas del río-mar sanluqueño, el Guadalquivir -el “Gran Río”- de los emires omeyas, el viejo Padre Baetis de los antiguos romanos…
 
La Cuesta de Belén, donde se encontraba la Puerta de la Mar, marcaba en buena medida los ritmos comerciales de la ciudad: su cola, la calle Bretones, constituía el barrio comercial de la ciudad, y recibía su nombre de la floreciente colonia de bretones y britanos (esto es, de nativos de las dos Britannias, la Minor, la península de Bretaña, en Francia, y la Maior, la isla de Inglaterra, la Britannia de los romanos) residentes en Sanlúcar en tiempos medievales… Quien hoy, en el siglo XXI, se acerque a estos espacios de la ciudad descubrirá, en su caminar por la Cuesta de Belén y su continuación, la calle Bretones, el majestuoso aspecto del Palacio Ducal, volcado sobre los jardines de la Barranca, y sobre el río…
 
Y en las faldas del Palacio de Medinasidonia, los arcos medievales de Las Covachas, con sus dragones y monstruos marinos, misterioso monumento que nos habla de la vinculación de la Casa de Guzmán con el Mar, con los seres fantásticos que pueblan las leyendas de marinos, navegantes y viajeros, desde Ulises a Simbad, desde el remoto Oriente hasta este Occidente atlántico: una cara terrorífica e impactante con que la ciudad (y los Guzmanes) eligió mostrarse ante marinos, viajeros y navegantes, para dar testimonio de su poder y dejar claras sus intenciones: nadie habría de imponerse por la fuerza, Sanlúcar, poderosa en su Barranca, dominaba el río y con él, el acceso al interior de Andalucía. Los monstruosos seres de Las Covachas estaban destinados a mostrar el poder de la Casa de Guzmán, a infundir terror en los navegantes que desde sus débiles embarcaciones cabalgaban las olas del río ante los muros de Sanlúcar, al pie del Palacio Ducal, bajo las torres del Castillo de Santiago…
 
Y, ya en el Barrio Bajo, a las faldas de la Barranca, se trenzarían las calles del Arrabal de la Ribera, con las Atarazanas (o arsenales navales) Ducales, donde se aprestaban los barcos de los Guzmanes, con la actividad de la Chanca, donde los pescados se transformaban en conservas, salazones, salsas saladas herederas del garum romano…, con la agitación del callejón del Truco, donde los marineros (y quizá no sólo ellos) buscaban y hallaban otros entretenimientos…
 
Una ribera, una orilla, una línea de costa, que hace quinientos años se extendería donde las actuales calles Carmen Viejo, Regina, Baños y Ancha se suceden como harían las olas del río al bañar los pies de la Barranca…
Pero ahí comienza otra historia, y con ella, otros perfiles
.Todos los trabajos de Manuel Jesús Parodi publicados en SD   VER
 
 
 
 

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