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Apuntes de Hsitoria CIX
 
 
 
 
 
 
 
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01 de Febrero de 2015
Perfil romántico I
Manuel Parodi Álvarez.-Un paseo por la Sanlúcar histórica no estaría completo si no atendiéramos a los perfiles de una ciudad, la Sanlúcar del siglo XIX y los primeros años del XX, que se debate entre el romanticismo y el modernismo, entre el suspiro del azahar y el abanico, y la herencia neoárabe que se plasmaría en el estilo Neomudéjar, ese particular Modernismo Andaluz, que tanto debe a Sanlúcar y a los Infantes-Duques de Orleáns-Borbón y en especial a don Antonio, esposo de la infanta María Luisa Fernanda, y cuñado de la reina Isabel II.
            Este histórico personaje, vástago del último linaje reinante en Francia (su padre, Luis Felipe I, “el rey burgués”, ascendió al trono francés a resultas de la revolución de 1830, y perdió la corona y sufrió el exilio -junto con su familia- como consecuencia de la revolución de 1848), fue el verdadero (y primer) impulsor de este estilo artístico, transgresor tanto como novedoso en la España de la segunda mitad del siglo XIX, y que tendría en Sanlúcar de Barrameda su epicentro, su centro de irradiación, con algunos de sus ejemplos más representativos, todo lo cual se muestra ante el viajero curioso en su paseo por estas calles, envuelto en lo frondoso de sus jardines y el blanco de sus casonas históricas…

El siglo XIX sanluqueño se abriría a la Historia, como sucediera en el resto de España, con el drama de la Guerra de la Independencia…, un jalón más del convulso período de las Guerras Napoleónicas… Pero los últimos años del siglo XVIII y los muy primeros del XIX, anteriores a la Francesada, serían unos momentos de gran prosperidad para la ciudad.
 
Flamante capital de una efímera provincia marítima, protegida por Manuel Godoy, príncipe de la Paz (a quien debe su nombre la homónima Plaza del Barrio Alto, que fuera muchos siglos atrás epicentro del “Hisn” amurallado, del núcleo medieval islámico de la ciudad), y quien establecería a una de sus favoritas, Pepita Tudó, en una casa-palacio del Barrio Alto de la localidad, Sanlúcar de Barrameda conoció momentos de esplendor en la transición del Setecientos al Ochocientos, una prosperidad que se vería truncada como consecuencia de la Guerra de la Independencia, la ocupación francesa y las destrucciones que tales avatares llevaron no sólo a Sanlúcar, sino a todo el país.
 
Entre las brumas de aquellos momentos de la Historia de Sanlúcar, surgen imágenes como la de la duquesa de Alba, esposa del duque de Medinasidonia, eterno sueño, eterna duda en las “Majas” de Goya, o la del propio pintor de Fuendetodos, Francisco de Goya y Lucientes, o la del antedicho y en su época todopoderoso Manuel Godoy, a quien Sanlúcar compensara, andando el tiempo con plaza (la de La Paz, por el título de “Príncipe de la Paz”, ostentado por Godoy, concedido al valido extremeño por Carlos IV tras la victoria de España sobre Portugal en la así llamada “Guerra de las Naranjas”, de 1801) y avenida (la avenida de Godoy) por sus gestos y su protección hacia la ciudad …, visitantes ilustres de una Sanlúcar que se mecía entre abanicos de nácar y pañuelos de hilo…
 
Y el siglo XIX la ciudad renacería, décadas después de la Guerra de la Independencia, bajo la forma y el amparo del trabajo del campo, a brazo de sanluqueño, de la Manzanilla, de las Bodegas Históricas de Sanlúcar, vecinas ilustres de los Barrios Alto y Bajo, que con sus ritmos y cadencias, sus tiempos y colores, marcarían el pausado compás de la crianza de la Manzanilla y sus hermanos los olorosos, palo cortados, brandys y demás caldos sanluqueños por excelencia, verdadera sangre de la ciudad…
 
En el viejo corazón de Sanlúcar, a la vera del antiguo ribat islámico, trasmutado en Palacio Ducal de Medinasidonia, habría de erguirse, a mediados de este siglo XIX al que nos venimos refiriendo, un nuevo corazón, un nuevo centro organizador de la ciudad y sus pulsos, gracias a la presencia de un matrimonio que habría de marcar una época aún no concluida. Los duques de Montpensier, Infantes de España, Antonio María de Orleáns (hijo de Luis Felipe I, último rey de Francia) y su esposa, María Luisa Fernanda (hermana menor de la reina de España, Isabel II) harían de Sanlúcar su residencia de verano a mediados del Ochocientos, y con ellos, la ciudad recibiría una nueva impronta, un nuevo impulso.
 
El observador curioso alcanzará a descubrir las huellas de este momento de color, una vez más, a caballo entre el Barrio Alto y el Barrio Bajo…, como sucede con toda la Historia de Sanlúcar. De este modo, el Palacio de Orleáns, hoy sede del Ayuntamiento de la ciudad, se asoma a las alturas de la Cuesta de Belén, representando uno de los primeros ejemplos (si no realmente el primero) del estilo Neomudéjar en España…
 
En plena efervescencia del Romanticismo en Europa, el gusto por los modos estéticos orientales del duque de Montpensier, un gusto sin duda adquirido en los viajes de juventud de este personaje histórico, le llevarían a impulsar unos modelos estéticos y artísticos que se manifestarían en no pocos edificios monumentales españoles, entre los cuales quizá el más significativo sea el sanluqueño Palacio de Orleáns.
 
Este Palacio neomudéjar presenta unas estructuras eclécticas, con una más que notable y atractiva mezcla de estilos que funde elementos tan dispares como los tintes árabes de sus fachadas, el gusto herreriano de su Patio de Columnas, o su Loggia de gusto italianizante sobre unos Jardines con tonos grutescos en la rocalla de su fuente principal.
 
Cabe hacer mención igualmente de los jardines históricos del Palacio, un paraíso botánico creado por el infante-duque, que enmarcan el Palacio y le proporcionan un aspecto de vergel que contribuye a refrescar el edificio en verano y a mantener apartados a sus moradores de posibles miradas indiscretas.
 
El Palacio, mezcla de estilos, fruto de un gusto refinado y fusión en sí mismo de edificios más antiguos, entre los que destaca la antigua casa-palacio de los Páez de la Cadena, cuenta con estructuras procedentes de estas edificaciones precedentes, como la capilla del antiguo seminario menor “embutida” en el seno del Palacio, y que -tras haber servido como comedor de los duques- hoy alberga el Salón de Plenos de las Casas Consistoriales, y cuenta con una decoración en madera verdaderamente singular y más propia de gustos centroeuropeos.
 
La casita de los guardeses, de estética alpina, completa y complementa un conjunto, el del Palacio y sus Jardines, que no dejará en modo alguno indiferente al visitante más exigente.
Los Jardines del Palacio de Orleans, pieza de interés para los amantes de la Botánica, cuentan, entre otras especies exóticas relevantes, con un buen número de dragos, una acumulación verdaderamente singular sólo comparable a la propia tierra de origen de dichos árboles, las Canarias.

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