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Apuntes de Historia CX
 
 
 
 
 
 
 
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08 de Febrero de 2015
 PERFIL ROMÁNTICO II
Manuel Jesús Parodi.-Veíamos la semana pasada, contemplando algunos de los perfiles de la Sanlúcar de época romántica, cómo en pleno bullir del movimiento Romántico en el Continente europeo, a mediados del siglo XIX (que ya no es el siglo pasado…), el gusto por la estética oriental del duque de Montpensier, Antonio María de Orleáns (gusto que el joven príncipe galo habría más que probablemente adquirido en sus viajes de juventud por el Levante del Mediterráneo), llevarían andando el tiempo a este mismo histórico personaje a impulsar el desarrollo de unos modos y modelos artísticos y estéticos de corte oriental (u “orientalizante”) que se plasmarían en no pocos edificios monumentales españoles, entre los cuales quizá el más significativo sea el sanluqueño Palacio de Orleáns.
De este modo, a través del impulso otorgado a esta estética por un elemento de la élite social, económica y política de la España de la segunda mitad del Ochocientos (el infante-duque de Orleáns, cuñado de la reina Isabel II), al calor y al amparo de los gustos propios del Romanticismo, llegaría a desarrollarse un estilo artístico, el Neomudejar, cuyas raíces (a la par que alguno de sus más significativos modelos y ejemplos) podemos encontrar en Sanlúcar de Barrameda, precisamente en el Palacio de Orleáns, hoy sede, como es sabido, de las Casas Consistoriales de la ciudad de Sanlúcar.

Así, este Palacio de estilo neomudéjar (uno de los primeros ejemplos de este estilo en España, si no el primero) cuenta con un aspecto y unas estructuras de carácter ecléctico, en una tan notable como singular combinación de modelos y estilos artísticos en la que se funden elementos tan lejanos entre sí como el gusto arabizante de su fachada, el porte herreriano del Patio de Columnas, o los tiempos italianizantes de su Loggia, abalconada sobre unos Jardines en los que innegables matices grutescos se hacen rocalla en el cuerpo de su fuente principal.
 
En este mismo paisaje romántico, podemos detenernos a mencionar los Jardines históricos del Palacio de Orleáns, un jardín botánico creado por el infante-duque (uno de los que creó, y el que se conserva), que abrazan al Palacio brindándole un idílico aspecto de vergel que, además de embellecer el entorno, contribuye especialmente a refrescar el edificio en los meses del estío, cumpliendo igualmente funciones de “pantalla”, y contribuyendo a mantener a sus moradores a salvo de posibles miradas e intenciones indiscretas.
 
Este palacio, con su combinación de diferentes estilos, es el fruto de unos refinados gustos estéticos, y representa la “fusión” de espacios y de edificios anteriores, por lo que cuenta con estructuras originales de estas construcciones precedentes, caso de la capilla del antiguo seminario menor, hoy convertida (muy transformada, pero conservando aún resabios de lo que fue en su día) en Salón de Plenos del Ayuntamiento, o de la vieja callejuela que ha quedado cristalizada entre los edificios noble y menor del Palacio, mutada en espacio privado de comunicación entre los jardines delantero y trasero del Palacio.
 
Y en los jardines delanteros podemos hacer mención de la casita de los guardas, en la que se combinan la estética alpina y algunos toques propios de un “cottage” inglés, de una casita de campo británica, cuyo perfil sirve para redondear al conjunto formado por el Palacio y sus Jardines, un elemento de singular interés para los amantes de la Botánica, que cuentan con (entre otras especies botánicas notables), con un grupo de dragos, el mítico árbol del Dragón, originario de Canarias, y que en la provincia de Cádiz existe desde tiempo inmemorial.
 
Al pie de los Jardines, aunque ya no existe comunicación con ellos, se encuentra la que fuera otra dependencia del Palacio de Orleáns, las Caballerizas de los Duques, que representan otro notable ejemplo del estilo Neomudéjar en su decoración exterior. Sito en la Calle Baños, en el ámbito de la antigua Judería medieval, el edificio de las Caballerizas de Montpensier se extiende al pie de la Barranca ciñéndose estrechamente a su perfil en un abrazo que data de mediados del siglo XIX, cuando este monumento formaba parte del complejo palacial que los Infantes-Duques levantaron en Sanlúcar.
 
Hoy, las Caballerizas, que siguen perteneciendo a la familia Orleáns-Borbón, guardan -mutadas en Bodega- el secreto de la Manzanillas y los vinos de los Infantes, y ofrecen a quienes se acercan a ellas siguiendo la estela de la Sanlúcar Romántica un ejemplo vivo de arquitectura funcional decimonónica, amén de un monumento histórico vivo aún.
En el corazón del Barrio Bajo, encontraremos la Plaza del Cabildo, cuyo entorno ofrece un privilegiado marco de solaz, y sirve como espacio de recreo en sí mismo amén de cómo gran centro de distribución de pasos y caminos por la trama de calles históricas del referido Barrio Bajo.
 
De la Plaza del Cabildo podrá accederse a la Calzada del Ejército, hoy de la Duquesa de Medina Sidonia, bulevar romántico rodeado de los primeros “Hotelitos de la Playa”, como el antiguo Hotel Tartaneros. La Calzada servirá de privilegiado paseo a la playa, a una ribera ribeteada por esos “Hotelitos”, simpar y variado paisaje de la Sanlúcar de hace cien años, modelos de arquitectura singular que ofrecen el testimonio de los momentos en los que Sanlúcar comenzó a ser un lugar de veraneo para paladares exigentes, para conocedores del buen gusto, para personas que no se conformaban sino con la excelencia.
 
El gran balneario, el gran espacio de veraneo que comenzó a ser Sanlúcar de Barrameda en el siglo XIX tiene en los Jardines de Las Piletas, singular ejemplo de Jardín Romántico a la orilla del mar, uno de sus botones de muestra más significativos. Las Piletas, antaño solaz de familias y veraneantes, con su vegetación, sus aguas y su incomparable escenario a la vera del río, constituye -incluso más que hace cien años, por su condición de espacio histórico- un gran atractivo para propios y visitantes. Otra cosa será su conservación, su puesta en valor siempre prometida, nunca alcanzada, su aparente olvido…
 
Y, en la línea de esta Sanlúcar de hace un siglo, la Plaza de Toros del Pino, sita en su barrio del mismo nombre (y que cuenta con más de cien años de antigüedad), ofrecerá al paseante, más allá de su tipología arquitectónica y su funcionalidad, un ejemplo neto y brillante de ese mismo estilo artístico Neomudéjar que debemos a los afanes estéticos de un duque francés transplantado a España a mediados del Ochocientos.
 
La Sanlúcar Romántica, con sus Jardines Históricos, sus Palacios, su Plaza de Toros, sus Hotelitos de la Playa, sus paseos y bulevares, brinda un corolario de oportunidades de disfrute, de esparcimiento y contemplación de unos modelos estéticos y artísticos, los del Neomudéjar, algunas de cuyas primeras manifestaciones se conservan precisamente en este espléndido rincón del Sur del Sur…

.Todos los trabajos de Manuel Jesús Parodi publicados en SD  

 
 
 
 

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