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Apuntes de Historia CLXXV
 
 
 
 
 
 
 
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07 de Mayo de 2016
Expansión urbana medieval cristiana ( I )
Manuel Jesús Parodi Álvarez.-En anteriores trabajos (publicados en diversos formatos y medios) hemos abordado el tema general de la realidad (hasta donde el estado de la cuestión del conocimiento histórico en el momento presente nos lo permite) de la población sanluqueña en época medieval islámica.
De este modo, hemos tenido ocasión de tratar acerca del Hisn (o Husn), el recinto amurallado, conformado por una cerca de muralla de tapial (esto es, de tierra apisonada, mezclada con otros elementos materiales y constructivos) que rodeaba el no demasiado extenso perímetro urbano de la localidad en dichos momentos medievales islámicos (en épocas almorávide y almohade, cuando no incluso con anterioridad a dichos períodos, esto es, desde los siglos XII-XIII), y de la cual se conserva aún un fragmento exento, en el patio de un edificio sito en la manzana entre la calle Escuelas y la Plaza de La Paz, en pleno corazón del Barrio Alto sanluqueño.

            Casi con seguridad dicho perímetro cercado debía circunscribirse al entorno de la Plaza de la Paz, en el Barrio Alto de la localidad, dando forma (en las páginas de nuestra Historiografía local tradicional) a lo que se ha dado en llamar el “Castillo de las Siete Torres” o “Alcázar de las Siete Torres”, ya mencionado por las fuentes medievales cristianas, y que -todo sea dicho- tanta fortuna ha hallado en el imaginario colectivo de la población, en el que ha arraigado con cierta solidez (un alcázar que quizá no tuvo ese número de torres, cargado de simbolismo y no necesariamente de literalidad).
 
                Junto a este hito espacial del Hisn, de la cerca muraria de tapial islámica del Barrio Alto (conservada pese los intentos por hacer desaparecer ese jalón esencial de nuestra Historia), es de mencionar el Ribat barrialteño, que bien podría encontrarse en las entrañas del Palacio Ducal de Medinasidonia, como parecen apuntar las estructuras de época musulmana medieval que se conservan en dicho monumento (el referido Palacio Ducal, hoy sede de la Fundación cultural Casa de Medina Sidonia y del Archivo General de dicha Institución cultural), y que vienen siendo consideradas como pertenecientes a los períodos almorávide y almohade de nuestra Historia, esto es, a los siglos XII-XIII, como sucede con la cerca muraria del Hisn, uno de cuyos tramos -y posiblemente el único que se conserva exento, no “embutido” en construcciones posteriores- se conserva en el patio interior de un moderno edificio de viviendas entre la calle Escuelas y la Plaza de la Paz: se trata del “muro de la calle Escuelas”, como lo hemos denominado en algunos artículos y textos precedentes, un lienzo de muralla conservado en azarosas (por así decirlo) circunstancias (unas circunstancias que algún día daremos al papel, porque las conocemos…). 
 
                El Ribat es una estructura de naturaleza mixta, defensiva y religiosa, que albergaba a una comunidad de creyentes musulmanes, que tenían la obligación de, en caso de ataque, defender al conjunto de la comunidad de los creyentes (la “Umma”), esto es, a toda la población.
 
                No abundaremos en la hipótesis de la relación de estas estructuras defensivas (Hisn y Ribat) con las incursiones vikingas de la segunda mitad del siglo IX por las costas atlánticas de la Península Ibérica, que llevaron a estos hombres del Norte hasta Sevilla en un par de ocasiones (en los años 844 y 859), algo en lo que ya nos hemos detenido en párrafos anteriores de esta serie.
 
                Baste señalar que la ciudad (el núcleo poblacional: llamarlo “ciudad” es una licencia…) en los siglos XII-XIII, que ya existía y se llamaba “Sanlúcar”, como sabemos gracias a las monedas almorávides acuñadas probablemente en Sanlúcar a caballo entre los siglos XI y XII (cuestión ésta que hemos abordado ya en diversos trabajos, igualmente), bajo el reinado del primero de los emires almorávides, Yusuf Ibn Tasufin, y que portaban el nombre de Sanlúcar, el núcleo poblacional sanluqueño, decíamos, que ya existía en ese entorno del Barrio Alto en el siglo XI quizá contase (no sería descabellado estimar que así fuese) con un entorno murado si no desde los siglos IX-X (y como consecuencia de -o en relación con- las mencionadas incursiones vikingas, como defensa de las costas frente a los ataques procedentes del mar), sí desde los siglos XII-XIII (las épocas almorávide y almohade) o incluso desde el siglo XI (cuando se acuñaron las monedas almorávides, musulmanas, de las que hemos hecho mención unas líneas más arriba, bajo el reinado del primer emir almorávide, el citado Yusuf Ibn Tasufin).
 
                Pues bien, si nuestra población en época medieval islámica tenía su núcleo urbano (sic) principal en el entorno de la Plaza de la Paz y la Plaza de los Condes de Niebla (sin que ello vaya en detrimento de que en dichos momentos existiesen otros núcleos menores, diseminados, ni de que el poblamiento disperso en caseríos rurales fuese igualmente digno de ser tenido en cuenta), sabemos que este estrecho espacio sería trascendido pronto, tras la llegada de los nuevos señores cristianos a la localidad, ya en las mismas postrimerías del lejano siglo XIII.
 
                Los años comprendidos entre 1264 (fecha tradicionalmente asumida como de incorporación a la Corona de Castilla de estos territorios, pertenecientes a la vieja taifa de Jerez-Sidonia, bajo el reinado de Alfonso X “El Sabio”) y 1297 (fecha de concesión del Señorío sobre Sanlúcar de Barrameda a la Casa de Guzmán, en la persona del jefe de dicha Casa nobiliaria, don Alonso Pérez de Guzmán “El Bueno”, los avatares y razones de lo cual -de dicha concesión- también hemos abordado en diversos trabajos y artículos anteriores) fueron momentos de inestabilidad, de dificultad para asentar el dominio cristiano -castellano- en estos territorios.
 
                Ante dicha inestabilidad (y en este sentido y en relación con ello es oportuno mencionar las incursiones islámicas, meriníes, en estas tierras, como la de 1285, que habrían llevado al saqueo y asalto del “Castillo de las Siete Torres”, esto es, del viejo Hisn islámico de Sanlúcar, por aquellos entonces ya en manos cristianas, castellanas), la Corona castellana (y como pago, además, de los servicios prestados por don Alonso Pérez de Guzmán al Estado, como fuera el caso de la cerrada (y exitosa) defensa del castillo de Tarifa en 1294, aún al precio de la muerte de uno de los hijos del Guzmán, otro asunto del que hemos asimismo tratado en los párrafos de esta serie con anterioridad, el del “Hecho de Tarifa, el sacrificio del hijo y las razones del señorío guzmano sobre nuestra ciudad) otorgaría el Señorío de la villa sanluqueña a los guzmanes por el Privilegio Rodado de 1297 que se conserva en el Archivo General de la Fundación Casa de Medina Sidonia.
 
                Los años señalados, entre 1264 y 1297, constituirían quizá un período de poco crecimiento, de cierta inmovilidad inestable entre un poder –el cristiano- que no terminaba de asentarse en la zona y otro –el islámico- que pugnaba por recuperar el territorio o, cuando menos, por dificultar tanto como fuese posible el establecimiento de unas bases cristianas sólidas en el ámbito de la desembocadura y el curso bajo del Guadalquivir y las tierras del Guadalete.
 
                De este modo, quizá poco debió crecer el exiguo casco urbano de la villa sanluqueña en dichas tres décadas y media (1264-1297), dadas las circunstancias históricas del momento (las que hemos apuntado supra), y poco debió ser lo que se modificasen las circunstancias (en positivo) respecto a los momentos anteriores a la conquista cristiana de este rincón de la actual provincia de Cádiz.
 
                Habría que esperar al establecimiento del Señorío Guzmano sobre Sanlúcar de Barrameda, en los muy últimos años del siglo XIII (el ya citado año 1297) para comenzar a percibir los primeros cambios que conocemos en el contexto de la villa medieval sanluqueña, unos cambios que tendrían en la construcción de una nueva cerca de murallas el primero de sus síntomas reconocibles en materia de transformación urbanística de la pequeña localidad que sabemos debía ser por entonces Sanlúcar.
 
                Una cerca de muralla, la cristiana, que abarcaría además un espacio muy superior al contenido en los límites del viejo Hisn islámico, aunque seguiría circunscrita a la corona de la Barranca, al núcleo esencial del Barrio Alto, que se sigue asomando a la ribera desde sus alturas hoy, en el siglo XXI, como hace más de setecientos años, cuando la Casa de Guzmán se hizo cargo de estas tierras y costas.
                Y de ello seguiremos hablando en los párrafos por venir.
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