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Apuntes de Historia CLXXVIII
 
 
 
 
 
 
 
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28 de Mayo de 2016
Expansión urbana medieval crisitiana IV
Manuel Jesús Parodi.-La Sanlúcar de la transición entre los siglos XIII y XIV, a la que en líneas generales venimos dedicando estos últimos párrafos, es una población en transición, una villa atrapada de una parte (en lo general) en un momento histórico delicado, complicado, y en lo particular (en lo material), encerrada en un recinto amurallado (el Hisn islámico de tapial, en el actual corazón del Barrio Alto) que empezaba a resultar (como demostrarían los años posteriores) un corsé demasiado estrecho para la Sanlúcar de esos momentos históricos, tan abigarrados y cargados de acontecimientos.
En relación con la cerca de muralla de tapial de la Sanlúcar islámica (que contorneaba, encerrándolo en su recinto, dicho Hisn medieval precristiano) es de señalar (como venimos apuntando) que algunos de sus restos aún se conservan exentos (como hemos dicho precedentemente, contra viento y marea) en el entorno de la Plaza de la Paz (en el patio interior de un edificio ubicado en una manzana sita entre la mencionada Plaza de La Paz y la calle Escuelas), más o menos un milenio –siglo arriba, siglo abajo- más tarde de su construcción, y ello a despecho del más que serio peligro que corrieron en su día, hace un par de lustros (hace no mucho: allá por los años 2003-2004) de ser derribados merced a la amenaza de unos intereses cuando menos poco elevados de los que habrá que hablar, unos intereses que resultarán -cuando menos- llamativos para quienes no conocen la cuestión ni los alcances de la misma (unos alcances con siglas, nombres y apellidos…).

Volviendo al tema central que nos ocupa, los primeros intentos castellanos de consolidar su dominio y presencia en estas tierras estarán salpicados por el oleaje de los avatares del momento, con la presión de otras potencias de la época y sus intereses en este marco geográfico (geoestratégico), especialmente la ejercida desde el Norte de África, así como por las fórmulas empleadas por el estado castellano para ejercer su control sobre estos territorios tan esenciales para el futuro de Castilla.
 
 Entre dichas fórmulas de dominio podemos mencionar el control directo de los territorios en cuestión (ejercido desde el estado a través de sus propios medios, organismos e instancias), como habría sido quizá el caso en los primeros momentos, tras la conquista de estas tierras por Alfonso X “El Sabio”, llevada a cabo como sabemos (y hemos comentado en varias ocasiones con anterioridad) en el año 1264, de lo que se cumplen ahora nada menos que tres cuartos de milenio.
 
Otra de las fórmulas habituales de la época (en el ámbito cristiano europeo, y dentro de dicho ámbito, en los reinos de la Península Ibérica, entre los cuales el de Castilla no constituía una excepción) era el de cesión, donación, concesión de los territorios en cuestión bien a una determinada casa nobiliaria, bien a una u otra orden religiosa.
 
En ámbitos de frontera serían las Órdenes Militares las que se harían con el control de más territorios (entre las Órdenes religiosas), ya que su carácter (dedicado a la guerra tanto como a la oración y la religión) las hacía idóneas para hacerse con el dominio y la salvaguarda de unos espacios de frontera sujetos a la inestabilidad de su propia condición de zonas de transición entre poderes en demasiadas ocasiones cuando no enemigos sí prestos a convertirse en tales.
 
 En Andalucía (en sus reinos históricos: Sevilla, Córdoba y el “Santo Reino” de Jaén –uno de los territorios europeos con mayor número de castillos, torres y fortificaciones medievales, fruto de su condición de espacio de frontera con el Islam granadino durante más de dos siglos y medio, entre 1212 y 1492, casi tres siglos, en realidad- especialmente) contamos con numerosos ejemplos de Órdenes Militares controlando territorios, especialmente (como señalamos) en ámbitos fronterizos en época medieval, a raíz de la batalla de las Navas de Tolosa, en 1212, cuyo resultado favorable “abriría la puerta” (por así decirlo) del valle del Guadalquivir a Castilla.
Así, Órdenes Militares (españolas o no), como las de Santiago, de San Juan, o de los Caballeros de Malta, son algunas de las Órdenes a las que nos referimos y que (entre otras) contaron con extensos dominios fruto de su servicio a la Corona, a la Cristiandad, en ámbito andaluz.
Otro caso a mencionar, siquiera (aunque no sólo) por su proximidad a nuestra ciudad en lo físico, en lo espacial, y por su inmediatez en lo cronológico a la época que venimos tratando (esas décadas, tan agitadas, de la transición entre los siglos XIII y XIV que vienen centrando nuestra atención en los últimos episodios de esta modesta serie) es el de la Orden Militar de Santa María de España, de breve existencia, creada precisamente por el ya tantas veces citado rey Alfonso X “El Sabio” y a la que se encomendaría la custodia de la vecina localidad de El Puerto de Santa María (o Santa María del Puerto, como también se llamase en su día).
El diseño y proyecto alfonsí para Cádiz, tras la incorporación de dicho núcleo a la Corona de Castilla en 1264 incluía la creación de un extenso alfoz (“término municipal”, salvando las distancias) para la ciudad gaditana, algo que no llegaría a materializarse (este alfoz gaditano diseñado por Alfonso X englobaba, por ejemplo, las tierras de Sanlúcar de Barrameda…).
El gran proyecto alfonsí para Cádiz no llegó a materializarse y se deshizo muy pronto, azucarillo en agua caliente, en fragmentos uno de los cuales sería precisamente esa Santa María del Puerto encomendada a la Orden Militar de Santa María de España, cuyos dominios eran, así pues, fronteros con los límites del término sanluqueño de la época (como sucede ahora con los modernos términos municipales de El Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda).
 
Sanlúcar, la Sanlúcar de los años previos a la llegada de los Guzmanes a finales del siglo XIII, tendría, así pues, en sus contornos inmediatos, ejemplos tanto de señorío de Órdenes Militares, caso del efímero ejemplo de El Puerto de Santa María, como de realengos, caso de Jerez de la Frontera (por citar algunos “botones de muestra”), y se convertiría en un señorío nobiliario ella misma, bajo el control de la Casa de Guzmán, definitivamente desde el año 1297.
 
Y en la propia Sanlúcar de Barrameda se habrían dado unos pasos iniciales en el contexto del establecimiento y la organización del dominio castellano de este territorio de la desembocadura del río Guadalquivir, unos primeros pasos que resultarían distintos de lo que luego acabaría sucediendo, con el establecimiento del referido señorío guzmano sobre estas tierras, riberas y gentes.
Así, podemos señalar que en primer lugar, al menos en un campo teórico, Sanlúcar habría estado destinada a formar parte (como hemos visto) del gran alfoz de Cádiz (al menos en los planes del rey Sabio, Alfonso X, en su gran proyecto para la ciudad e isla gaditana, no materializado finalmente). Una primera opción, pues, habría sido el realengo.
 
De otra parte, sabemos que los templarios habrían podido guardar relación con lo que luego sería el convento de San Jerónimo, en el área de Bonanza, por lo que, de seguir a las teorías tradicionales, podríamos ver en ello un intento estatal (¿global, parcial? Posiblemente sólo parcial) de instalar, si no un señorío de Órdenes Militares (los templarios, quizá de los primeros que mostrarían pabellón en esta zona) en la zona, sí un establecimiento de esta naturaleza que sirviese (al modo de los viejos ribatim islámicos, los ribats de la comarca, entre ellos el que duerme bajo el Palacio Medinasidonia, en Sanlúcar de Barrameda) como garantía de la presencia de un núcleo armado y dispuesto a la defensa de este litoral ante agresiones externas (musulmanas o cristianas, que de ambos contextos venía, o podía venir, igualmente, el peligro).
Y de otra parte, los Guzmán, interesados en este territorio, habrían -como sabemos- iniciado su presencia en el mismo y sus entornos ya en 1294, con sus reales asentados en Monteagudo (que habrían permutado por otro dominio también sito en estas tierras gaditanas, y que les ería de menor interés), un lugar estratégico entre Trebujena, Sanlúcar y los límites de las tierras de Jerez.
Como vemos, unas décadas de transición, agitadas y convulsas, que habrían presentado diversas soluciones a la cuestión de la organización de este tan relevante como disputado territorio.
 
Y en esos momentos, finalmente, se afianzaría la “solución guzmana” (por así decirlo), barridas otras propuestas (entre ellas las del realengo y la de los templarios -tras la disolución de esta Orden a principios del siglo XIV, ya fallecido Guzmán el Bueno pero en absoluto ni menguado ni desaparecido el dominio guzmano sobre Sanlúcar, que quizá se afianzaría aún más a la desaparición del Temple de este solar y término, algo de lo que -también quizá- podría haberse beneficiado directamente la Casa de Guzmán, al ver eliminados unos posibles rivales, o al menos unos vecinos que podían llegar a ser incómodos establecidos nada menos que en Bonanza, zona portuaria notable -la principal zona portuaria de la desembocadura sanluqueña del Guadalquivir, nada menos).
Y Sanlúcar crecería de la mano de los Guzmanes.           
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