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Apuntes de Historia CLXXXV
 
 
 
 
 
 
 
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16 de Julio de 2016
Expansión urbana medieval cristiana XI
Manuel Jesús Parodi.-Amén de otras circunstancias materiales, que se reflejan en el cuerpo mismo de la ciudad, hemos venido considerando en los precedentes artículos algunos de los avatares de la transformación de Sanlúcar en época bajomedieval.
Es en dichos momentos cuando el casco urbano de la entonces villa trascendería  definitivamente de los límites de la corona de la Barranca para, desbordándose extramuros por diversos puntos (en los entornos de las puertas de la ciudadela, especialmente), buscar la proximidad del río y del mar, extendiéndose más allá de la actual Cuesta de Belén de forma paralela (y, a la vez, eludiéndola) a la vieja judería sanluqueña, que quizás habría sido el espacio histórico existente a los pies de la muralla (desde tiempos islámicos) en el contexto del actual Barrio Bajo.
La hipotética Judería del Barrio Bajo (embrión, insistimos, quizá, del propio Barrio Bajo de la ciudad), el recinto del Hisn medieval del Barrio Alto, con su cerca murada de tapial, y el ribat que sigue a día de hoy dormido bajo los perfiles del Palacio Ducal de Medinasidonia, esto es, la Sanlúcar medieval islámica (y especialmente la que venimos denominando “villa vieja” de Sanlúcar de Barrameda), tendrían en el siglo XIV un momento de cambio, de inflexión, que abriría la puerta a la evolución que la entonces villa y hoy ciudad experimentaría desde esos entonces y a partir de los largos años de dicha centuria.

La expansión física de la villa sanluqueña, de la mano de los Guzmán, se produciría a partir de las puertas de la cinta muraria guzmana, con la aparición de los arrabales urbanos de la villa, unos arrabales nuevos que habrían podido tener un paralelo en tiempos precedentes con los hipotéticos arrabales que ya el Hisn islámico habría podido conocer -y tener- en siglos anteriores y que habrían podido desarrollarse asimismo en los entornos de las puertas de dicho recinto murario de tapial, en entornos como pudiera ser el de la actual Plaza Manuel Romero Pazos, por citar un caso de zona abierta de dicho posible arrabal islámico, quizá fosilizado aún hoy como espacio abierto en el actual casco urbano sanluqueño, en el casco histórico de la ciudad, en el Barrio Alto.
 
Y finalmente serían trascendidos, rebasados, los límites físicos (y con ello los imaginarios, los mentales) de la muralla cristiana, de la muralla guzmana del Barrio Alto, cuyas trazas y ritmos pueden ser rastreados siguiendo -tal y como hemos contemplado en diversas ocasiones precedentemente- varias calles y espacios del Barrio Alto, como la zona de la Puerta de la Mar, en la actual Cuesta de Belén, los entornos de La Merced y el Palacio de Orleáns, la calle Almonte, con sus Escalerillas, la Puerta o Arquillo de Rota, la zona de los Muros Alto y Bajo, San Borondón, la calle San Agustín -con la Puerta de Jerez y alguna torre que quizá duerme bajo el disfraz de los edificios que se asoman a nuestras calles hoy día y desde hace siglos- hasta su confluencia con la calle Albaicín (al menos), la propia calle Albaicín hasta el mismo Castillo de Santiago (recordemos: de construcción posterior al recinto murario general de la ciudad y adosado, por así decirlo, al mismo) -si es que el tornamuro se producía por ahí, algo que sólo la investigación (histórica, arqueológica…) podrán determinar, como la localización fidedigna de la Puerta de Sevilla y su ubicación en dicha zona de la muralla guzmana- y desde allí, y de nuevo, siguiendo los perfiles de la Barranca (sin perjuicio de los portillos y túneles de  dicha cinta de murallas) hasta el Palacio Ducal de Medinasidonia y finalmente, una vez más, hasta la Puerta de la Mar –cerrando de este modo (y en líneas generales) el circuito de las referidas murallas de la Sanlúcar cristiana, de la Sanlúcar de los siglos XIV y XV.
 
La Sanlúcar de los Guzmanes se encontraría, por sus propias características, por su misma naturaleza, por su ubicación junto a las bocas del río Guadalquivir que era, recordemos, la principal vía navegable interior de la Península Ibérica desde la Antigüedad y el principal corredor de acceso desde la costa al interior de Andalucía (y viceversa) para el desplazamiento de mercancías y personas, cuyo papel estratégico quedaría bien demostrado no sólo merced a las incursiones de naves de guerra bizantinas hasta la Sevilla del siglo VII (como ha demostrado la Arqueología, con los hallazgos del casco urbano hispalense, que han producido la evidencia de la presencia de los “dromones” -barcos de combate- bizantinos en plena Plaza Nueva sevillana), o con la reiterada penetración por el curso fluvial bético de los vikingos en -al menos- dos ocasiones, en los años 844 y 859, ya en el siglo IX, unos ataques que serían finalmente rechazados con éxito por el estado Omeya, pero que habrían dejado honda huella en la memoria de las gentes de la región y que habrían podido asimismo jugar un papel esencial en la creación (por el emirato cordobés) del propio recinto del Hisn sanluqueño y de su inmediato (si no anexo) ribat del Barrio Alto, en el contexto de la política defensiva emiral de las costas de Al-Andalus (algo que ya hemos tratado igualmente en páginas anteriores de esta serie).
Este papel estratégico del río y de Sanlúcar (desde tiempos romanos) quedaría muy especialmente de manifiesto (para los habitantes de la zona en los primeros años de su incorporación a la Corona de Castilla a través del reino de Sevilla) gracias a la conquista castellana de la propia ciudad de Sevilla, ejecutada por la flota castellana del almirante Bonifaz al servicio del rey Fernando III “el Santo”, como sabemos, a caballo de las olas del río.
 
El rol estratégico (económico, político, militar…) del río Guadalquivir marcaría, así pues, los ritmos vitales de la villa sanluqueña, y los nuevos señores de Sanlúcar tendrían en el mismo río una de sus principales armas de cara al control de sus extensísimos señoríos en tierras de la Andalucía Occidental, así como -e igualmente- una muy útil herramienta para su política económica atlántica y en el ámbito del Estrecho de Gibraltar y sus dos orillas.
De este modo, a la hora de que la ciudad (la villa) trascendiese los límites de su muralla, serían el río y el mar dos de los factores de atracción esenciales, dos de los agentes fundamentales de cara a dicha expansión, y ello habría de reflejarse en el modo en que la ciudad se desbordaría hacia el Barrio Bajo.
La configuración de la calle comercial de los Bretones, frente a Las Covachas y al pie del Palacio Ducal de Medinasidonia, a la sombra de la Puerta de La Mar, y la construcción de la iglesia de La Trinidad tendrían su reflejo legal en el documento de 1478 con el que los Señores de Sanlúcar de Barrameda (en concreto el II Duque de Medinasidonia, don Enrique, el constructor del Castillo de Santiago precisamente) quieren dar carta de legalidad al “Arrabal de la Ribera”, con lo que no sólo asistiremos al primer Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), “avant la lettre” de la ciudad (si se nos permite la licencia…), sino a la consolidación, material y administrativa, del Barrio Bajo sanluqueño.
Este Barrio Bajo sanluqueño (fruto de la combinación de la vieja Judería y del nuevo Arrabal de la Ribera), contaría -como señalamos- con el viejo espacio de la Judería a un lado de la Cuesta de Belén y la calle Bretones (constituidos en referencia axial de la ordenación de este espacio nuevo al pie de las murallas) y con el entorno del antedicho nuevo Arrabal de la Ribera, al otro lado del referido eje de Belén-Bretones, como sus dos espacios embrionarios, como sus dos espacios fundacionales
 
Y si en el entorno de la antigua Judería (cuyos destinos estarían ligados no sólo a la propia evolución de la ciudad, sino a las normativas castellanas respecto a las comunidades judías a lo largo de los siglos XIV y XV, lo que culminaría con su expulsión definitiva en las postrimerías del Cuatrocientos -bajo los Reyes Católicos) hemos de buscar un espacio que podría combinar lo comercial con lo residencial (poblamiento y comercio), el entonces flamante Arrabal de la Ribera (en el que no podemos descontar lo residencial) contaría con un marcado carácter económico, con un espacio comercial muy marcado (el entorno de la calle Bretones y sus aledaños), en el que no son de excluir los talleres artesanos relacionados con las tiendas de dicho entorno, así como con espacios e instalaciones reservadas a cuestiones directamente relacionadas con la producción a mayor escala.
 
En este sentido, las Atarazanas (las Nuevas, del siglo XV, y quizá las Viejas, también, quizá, anteriores, o la Chanca, edificios que consideraremos en los siguientes párrafos, contarían con un más que relevante papel en la Sanlúcar de la época.
 
 
 
 

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