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Apuntes de Historia CLXXXVII
 
 
 
 
 
 
 
Apuntes de Historia CLXXXVII PDF Imprimir E-mail
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31 de Julio de 2016
Expansión urbana medieval crsitiana XIII
Manuel Jesús Parodi Álvarez.-Nos iremos acercando con estos párrafos al cierre de la extensa serie que hemos venido dedicando a la expansión de la villa cristiana por el Arrabal de la Ribera, en dirección al mar y al río, una relevante expansión que se inserta en el proceso general de transformaciones que experimentaría la localidad a raíz de su inmersión en el contexto cristiano, castellano, en la segunda mitad del siglo XIII (como consecuencia de la conquista de estas tierras por Alfonso X, “el Sabio”, hace ahora 750 años, en 1264, como hemos tenido ocasión de señalar en párrafos anteriores).
El Arrabal de la Ribera se consolidaría desde finales del siglo XV, cuando ese aún incipiente espacio costeño habría ya experimentado suficientes transformaciones como para que la Casa Ducal de Medinasidonia se viese en la necesidad de regular el desarrollo y comportamiento del mismo mediante las disposiciones oportunas, como el Privilegio que el II Duque, D. Enrique, diese en Huelva el tres de diciembre de 1478 y por el que se permitía a los comerciantes bretones instalarse en tales lugares de la ribera, dándose carta de naturaleza al espacio y a su carácter de zona dinámica, abierta a las influencias exteriores, económicamente activa y socialmente articulada, merced a la presencia de estos mercaderes extranjeros cuya actividad sería sancionada por un documento, el referido Privilegio de 1478, que tanto peso y papel habría de jugar en el posterior desarrollo y evolución de la Historia de la población en los siglos que seguirían.

Si la antigua Judería de la Calle del Baño (y aledaños) ya habría constituido un primer esbozo de lo que andando el tiempo llegaría a ser el Barrio Bajo, la creación y consolidación de este Arrabal de la Ribera, a Levante de la Cuesta de Belén y la entonces Calle de los Bretones, vendría a sumarse al viejo espacio del Ghetto sanluqueño para conformar el núcleo y embrión de lo que hoy conocemos como el Barrio Bajo, marco que no se entiende sin este momento fundamental del Cuatrocientos, hace más de medio milenio, cuando el II Duque, como hemos visto, dio carta de naturaleza a esta “nueva” zona de expansión de la todavía villa, sentando las bases de su posterior desarrollo urbanístico en paralelo a la línea de costa, a la orilla izquierda del Guadalquivir.
  
El Palacio Ducal de Medinasidonia presidiría desde sus alturas, ceñidas por los muros de la cinta guzmana, el nacimiento y evolución de este espacio urbano, al tiempo que Las Covachas resultarían un excelente ejemplo y manifestación del Poder de los Señores de la ciudad, la constatación pétrea (inacabada, alterada por el tiempo) del Poder (sí, con mayúsculas) de los Guzmán, la “cara” visible de este Poder ofrecida ante propios y extraños, ante los bretones (y otros foráneos) que poblasen la Ribera, así como ante los navegantes que desde sus naves, a lomos de unas olas -las del río, que aquí en Sanlúcar se confunden, se abrazan, con las del Océano- no demasiado lejanas podían contemplar esta zona costanera (cuando no casi portuaria).
               
Las Covachas, punto de control de esta actividad económica, quizá espacio destinado (un tiempo) a funciones fiscales (estando a caballo entre el acceso a la ciudad murada y la zona comercial…), espacio que contó con muy diversas funciones en el tiempo, Las Covachas, decíamos, contarían con un relevante papel y una destacada funcionalidad como espacio de representación de la Casa Ducal ante el mundo que se abría a sus pies, el mundo comercial de este nuevo Arrabal de la Ribera, sí, pero asimismo un mundillo comercial abierto al Océano, a las navegaciones por el río y desde el río, a los mares lejanos…
 
Un mundillo comercial abierto a lo lejano, al África, al Mediterráneo, y a las islas Canarias (tan estrecha e íntimamente ligadas con la Historia de Sanlúcar de Barrameda) y, muy pronto, al Nuevo Mundo, a las Américas a las que se zarpaba desde estas orillas, quedando en las retinas de los viajeros, precisamente, prendida la impronta de esos dragones, de esas Sierpes de Las Covachas, que parecen sostener al Palacio Ducal y de ese modo sostienen la imagen del Poder de los Señores de Sanlúcar, de ese a todas luces orgulloso Duque de Medinasidonia que con tal efecto y precisamente parece querer proclamar “yo cabalgo dragones…”.
               
Este espacio del nuevo Barrio Bajo, del Arrabal de la Ribera, contaría desde sus primeros momentos con un acentuado carácter comercial, siendo las pautas de la economía, de las actividades económicas, las que marcarían sus ritmos vitales, esenciales, desde muy pronto.
               
Pero la presencia de la vida humana requiere otros espacios, otras actividades, otros lugares dedicados a otras cuestiones, y lo sagrado no podía andar lejos de una zona como ésta…, de un entorno profano en el que se desarrollaba el desenvolvimiento ordinario, cotidiano, del día a día de la población (que no estaba disociado, tampoco, de los ritmos de lo sacro, pues ambas realidades, lo sagrado y lo profano –como bien mostrase ya Mircea Eliade- vienen a ser dos elementos indisociables).
               
De entre las fundaciones religiosas (de las que ya se ocupase en su día Velázquez Gaztelu, el gran historiador sanluqueño del siglo XVIII, tan vinculado a la Casa de Medinasidonia), es de señalar cómo una de las más tempranas de la localidad habría de ser la ayuda de parroquia de La Sanísima Trinidad, fundada en 1441 por Alonso Hernández de Lugo, a su vez (y con él su familia) tan íntimamente ligado a la Historia de Las Canarias (y de la presencia castellana en el ámbito del Atlántico, de las navegaciones atlánticas que conducirían, a la postre, allende los mares, al Nuevo Mundo).
               
Este templo se sitúa en pleno eje del que habría de constituirse como el Arrabal de la Ribera, como auxilio de la Parroquia de La O (que data del siglo XIV), aledaña al Palacio Ducal, estando a todas luces destinado al servicio religioso de la población que ya antes (y varias décadas antes, en realidad) del Privilegio Ducal de 1478, es de entender que se estaba ya congregando en esta zona extramuros de la villa, e iba paulatinamente dando forma a un Barrio que vendría a ser sancionado finalmente como tal por el documento ducal antedicho varias décadas después de sus primeros pasos, unos primeros pasos ya efectuados, es de imaginar, cuando se erige, merced al mecenazgo de los Hernández de Lugo (sepelidos en su interior) esta iglesia de La Trinidad.
               
En la secuencia cronológica, en el devenir secuencial de la configuración, de la aparición de los ejes de este embrionario Barrio Bajo entre los siglos XIV y XV, en las postrimerías de la Edad Media, hay que contar, pues, con la Antigua Judería, con la existencia de un incipiente núcleo de población en el entorno que luego sería el del Arrabal de la Ribera, ya que la actividad propia desarrollada en una zona costera si no portuaria (junto a la misma playa, junto a la misma orilla) llevaría a la instalación de personas, de casas, de almacenes, de establecimientos auxiliares para el comercio, para la navegación, para las actividades portuarias, en este mismo entorno…
               
Esta población que de un modo natural, de la mano de -y de acuerdo con- la propia evolución de la villa (y con la evolución, también, de la línea de costa y de la orilla del río, que se irían apartando paulatinamente de los pies de la Barranca sanluqueña) se iría asentando en esta zona, encontraría forma de asentarse, espacio para sus actividades (de muy distinta naturaleza), y forma de interactuar con el núcleo urbano mayor (emplazado en la corona del Barrio Alto, la villa cercada por la muralla guzmana), del que sólo se encontraba separada por la (más notable entonces que ahora, pero fácilmente salvable) trazado en pendiente de la Cuesta de Belén, rematada por la Puerta de la Mar.
               
Y esta población establecida en el contexto inmediato de la vieja Judería, junto a las playas sanluqueñas, es de entender que una vez asentada vendría a disfrutar de la flamante iglesia de La Trinidad, que es de entender sería creada precisamente porque ese barrio se estaba ya consolidando.
               
Y ese barrio que se estaba consolidando, conformando al menos, ya antes de 1441 (fecha de la creación de la citada iglesia de La Trinidad), recibiría “papeles” de la mano de la Casa Ducal en 1478, como hemos señalado ya con anterioridad en párrafos precedentes de este artículo.
               
En el próximo artículo remataremos la faena, y consideraremos algunos de los elementos esenciales de este espacio nuevo del Barrio Bajo en el siglo XV.  
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