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Apuntes de Historia CXC
 
 
 
 
 
 
 
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20 de Agosto de 2016
Expansión urbana medieval cristiana XVI
Manuel Jesús Parodi Álvarez..-Sanlúcar de Barrameda, como venimos señalando en los anteriores artículos de esta serie, experimentaría (y protagonizaría) uno de esos momentos fundamentales de mutación, (de cambio desde la evolución) en el transcurso del siglo XIV; nos hallaremos ante un particular “renacimiento” que habría de a llevar a la entonces villa sanluqueña a un profundo cambio estructural en su desarrollo urbano (y en todos los aspectos, en realidad) de la mano de los nuevos pobladores de la villa y de sus nuevos señores, los Guzmán, habiendo entrado (ya desde mediados del siglo XIII, merced a la conquista alfonsí de estas tierras, en 1264) a formar parte de un circuito (cultural, político, religioso, social, económico, ideológico…) muy distinto de (y contrapuesto a, antagónico con) aquél al que había pertenecido con anterioridad desde la conquista islámica; esto es, Sanlúcar de Barrameda retornaría al mundo del septentrión mediterráneo, cristiano, y que quiere buscar sus señas de identidad -entre otras raíces principales- en la Romanidad y la Cristiandad (que contemplado desde la perspectiva del siglo XIV es casi decir lo mismo), frente al mundo del meridión mediterráneo, musulmán, y que había de largo cortado amarras ideológicamente con el pasado clásico del Mare Nostrum al que una vez, y por mucho tiempo, había sido parte.
               
Desde el punto de vista de lo estrictamente material no se trata tan sólo de que se amplíe una cinta muraria, no se trata de que un recinto amurallado sea de mayor o menor radio, de mayor o menor envergadura, de que una cerca de tapial sea sustituida por una muralla de piedra que amplía, además, el circuito murado de la villa, o de que, dicho de otro modo, se ensanchen los horizontes inmediatos de un casco urbano medieval en el tránsito entre dos siglos (esencialmente, a lo largo del Trescientos). Se trata, más bien, en realidad, y desde esta óptica, de que Sanlúcar de Barrameda conocería y desarrollaría desde los siglos XIII-XIV (bajo la batuta de los Guzmanes, a partir de 1297) una realidad nueva, que parte de las bases ya existentes en lo material, y que habría de sentar unas también nuevas bases para el que sería desde allí su posterior desarrollo urbano, material, histórico… Arrabales, extramuros, barrios comerciales, zonas de producción, edificios fabriles, iglesias nuevas situadas fuera del ámbito de las murallas, puertas monumentales que llevan a barrios emplazados en el exterior de la cerca muraria, una villa, una ciudad luego, que seguiría creciendo de la mano de la Historia, de su propia Historia, de la Historia que ella misma construye paso a paso desde aquellos remotos entonces.      
               
En lo que atañe al crecimiento físico del casco urbano de Sanlúcar en los siglos XIV y XV, es de señalar su definitivo “desdoblamiento” (por así decirlo) en una realidad nueva (aunque con raíces más antiguas, por lo que se refiere a la más posible Judería…), la del Barrio Bajo, nacido y crecido al amparo de las murallas del contorno del Barrio Alto, y la del propio Barrio Alto, la corona de la Barranca, donde se asentaba, en torno a la Plaza de la Paz, el viejo recinto amurallado de tapial del Hisn islámico, con su ribat hoy subsumido en las entrañas del Palacio Ducal de Medinasidonia: dos espacios, los del Barrio Bajo y el Barrio Alto, a los que podemos denominar respectivamente como la “villa nueva” (cristiana) y la “villa vieja” (de origen islámico). Hemos ido, a lo largo del tiempo y en no pocos trabajos publicados en estos últimos años, esbozando pinceladas acerca de la posible manera en que la villa vieja islámica sería rebasada como realidad poblacional por la nueva villa cristiana, por esa ya mencionada Dídime, esa “ciudad nueva” que (salvas todas las distancias) y al modo de lo que los Balbo (Lucio Cornelio Balbo, el Mayor, y su sobrino y doble homónimo, el Menor) hicieran en la Gades de los siglos I a.C. y I d.C., los Guzmán crearon en Sanlúcar de Barrameda a lo largo del tan lejano ya siglo XIV.
               
Habrá que matizar, ya que realizamos la comparativa con lo protagonizado hace dos mil años por los Balbo (como hemos señalado, llamados ambos Lucio Cornelio Balbo, en una coincidencia plena del trianomen, esto es, de praenomen, nomen y cognomen, tío y sobrino, agentes de Julio César y de Augusto, su heredero y sucesor, de quien en 2014 se cumplía el Bimilenario de su muerte) de la Gades púnico-romana, que mientras aquellos nobles púnicos de la ciudad gaditana ya de época tardorrepublicana romana llevaron a cabo una ampliación de Gades (en tiempos julio-augústeos, esto es, a caballo entre las Eras…, arrancando dicho proceso en la segunda mitad del siglo I a.C.) por el procedimiento de crear una “ciudad nueva” junto a la preexistente y vieja Gadir fenicio-púnica, los Guzmán se decidieron no por crear una villa nueva “junto a” la vieja villa islámica sanluqueña, sino por otra opción.
               
El desarrollo y puesta en marcha de esta opción guzmana para ampliar Sanlúcar (“su” villa de Sanlúcar desde 1297, como sabemos) pasaba por partir del embrión que representaba la villa islámica del corazón del actual Barrio Alto (articulada en todo o en parte en el entorno de la Plaza de la Paz, la Plaza de los Condes de Niebla, la Plaza Manuel Romero Pazos, la Calle Escuelas y la Calle Luis de Eguílaz) para, a partir de ahí, y en ese mismo entorno del Barrio Alto, hacer crecer esa nueva villa sin obviar el viejo núcleo del hisn islámico, el recinto amurallado medieval de la villa sanluqueña de la época islámica, protegido por la vieja cerca de muro de tapial que aún (pese al descarnado intento por destruirlo, fruto de la terrible mezcla de la incultura y los intereses económicos) se conserva embutida, muy fragmentada, en algunos de los edificios de los espacios  antedichos de nuestro Barrio Alto. De hecho, este núcleo islámico precedente, que ha quedado fosilizado en el imaginario histórico colectivo local (y en la Historiografía local tradicional) bajo la forma (y denominación) del así llamado “Alcázar (o Castillo) de las Siete Torres” de las crónicas medievales pasaría a quedar precisamente “embutido” (por así decirlo) en el seno y corazón de la nueva villa cristiana que surgiría a partir de principios del siglo XIV, de la mano de los guzmanes, pero no dejaría de existir como espacio urbano, pasando a formar parte de la nueva realidad de la villa sanluqueña, de esa “villa nueva” de la que venimos hablando desde hace ya algunos párrafos.
 
 
Considerando no sólo los aspectos formales de la cuestión, sino atendiendo a los significados más profundos de la misma, es posible señalar que la Sanlúcar medieval cristiana en sus primeros momentos (una Sanlúcar protagonista de su propia Historia y que sigue siendo la misma realidad, desde la perspectiva identitaria, desde sus primeros pasos, desde cuando se manifiesta como una realidad, como un conjunto, como una entidad en el espacio, a pesar de los cambios que haya podido experimentar, pues ésa es una de las características y las funciones del Patrimonio Histórico: la de conectar a las sociedades en el tiempo, la de conectar a una sociedad con sus antecedentes, con sus raíces, con sus épocas y gentes precedentes, proporcionando al cuerpo social un discurso de consistencia, de continuidad, de identidad y de coherencia al tiempo que de conocimiento de su propia evolución en el tiempo; el Patrimonio Histórico ayuda a explicar quiénes somos, por qué somos quienes somos, cómo hemos evolucionado en el tiempo y el espacio, de dónde venimos y, quizá, hacia dónde podríamos llegar a ir…) experimentaría a partir de la segunda mitad del siglo XIII un momento “bisagra”, un momento de transición, crucial, a partir del cual se iría paulatinamente gestando una realidad nueva, una realidad nueva que se fundiría con lo anterior mediante un proceso histórico que se plasmaría en una conjunto de transformaciones estructurales, esenciales, siendo una de las más fácilmente contrastables quizá la expansión física de su casco urbano amurallado trascendiendo la realidad, más modesta, si queremos, y más reducida en el espacio, de época precedente, rebasando los límites tan escuetos del Hisn islámico y dando forma y cuerpo a un recinto murado de mayores dimensiones.
 
No insistiremos bastante en señalar que Sanlúcar de Barrameda, como venimos apuntando, protagoniza un momento de cambio, de evolución, desde su inclusión en Castilla a través del reino de Sevilla, con la conquista castellana en 1264, un momento axial (en lo material, lo cultural…) que se desarrollaría y plasmaría con solvencia a lo largo del siglo XIV, lo que -como ya señalásemos en párrafos anteriores- vendría a representar un muy particular “renacimiento” (al modo italiano), que llevaría a nuestra ciudad a experimentar unos profundos cambios protagonizados por los nuevos moradores de la villa así como por la voluntad y decisiones de sus nuevos señores, los guzmanes.
Y de este tema seguiremos tratando en los párrafos siguientes…
 
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