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Apuntes de Historia CCXXVIII
 
 
 
 
 
 
 
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20 de Mayo de 2017
En torno a la Primera Circunnavegación de la Tierra
Manuel Jesús Parodi Álvarez.-Nos encontramos inmersos en el desarrollo de la conmemoración de un hecho histórico de relevancia auténticamente capital para la Humanidad, el hecho de que hace ahora casi medio milenio, el 6 de septiembre de 1522, un barco, la nao Victoria, culminó un viaje iniciado tres años antes, llegando a Sanlúcar de Barrameda, su punto de partida el 20 de septiembre de 1519, tras dar la primera vuelta al mundo navegando hacia Occidente.
Ese escaso puñado de marinos a bordo de una sola nave regresaron a Sanlúcar de Barrameda tras verse reducidos a unas condiciones pavorosas, agotados a consecuencia de un extraordinario viaje a lo largo del cual se habían visto zarandeados por toda clase de circunstancias, azotados por toda clase de aventuras, debiendo superar la inclemencia del tiempo, los peligros de los mares, la acción de los vientos, la ira de las tempestades, y sufrirían además los ataques de quienes quisieron impedir su navegación en diversos momentos de su ruta, de quienes casi lograron hacer que el viaje fracasara.

Ese puñado de valientes, ni una veintena de hombres, era lo que quedaba a flote (literalmente) de los más de doscientos marinos que en septiembre de 1519 se hicieron a la mar en las playas de Sanlúcar de Barrameda formando la dotación de las cinco naves que constituían la flotilla que comandaba el marino portugués (al servicio de Castilla) Hernando de Magallanes, quien tenía la intención de llegar a las Islas de las Especias navegando hacia el Sol poniente.

La nao Victoria y su mermada dotación eran lo que quedaba de la Expedición Magallanes-Elcano, y había retornado a Sanlúcar tras coronar de manera exitosa, nada más y nada menos, la Primera Vuelta al Mundo, algo verdaderamente extraordinario, una hazaña de la que ese barco y ese puñado de valientes de hace casi quinientos años eran los absolutos protagonistas.

La nao Victoria pilotada por su tripulación de verdaderos supervivientes y comandada por el marino vasco Juan Sebastián de Elcano, de Guetaria, llegaría a la “Bahía” de Sanlúcar de Barrameda (como la denominase el cronista de la expedición, el italiano Antonio Pigafetta) el día seis de septiembre de 1522, como decimos, tras culminar de manera exitosa una ardua travesía marítima, un viaje verdaderamente azaroso y lleno de múltiples y enormes peligros, una travesía que se había iniciado igualmente en las orillas de Sanlúcar de Barrameda tres años antes, un 20 de septiembre de 1519.

En este viaje la flotilla comandada inicialmente por Hernando de Magallanes, al servicio del joven emperador Carlos V, se había visto obligada a encarar las incertidumbres y peligros de las navegaciones oceánicas hasta que la expedición, reducida a la presencia, literalmente singular, de la nao Victoria se vio coronada por el éxito en las aguas sanluqueñas.

En el curso del viaje desaparecería en los diferentes avatares del viaje la mayoría de los marinos, si bien pese a los peligros y las mermas la expedición colmaría finalmente todas las expectativas de quienes la lanzaron a la mar, el emprendedor Cristóbal de Haro, el organizador y capitán del mismo, Hernando de Magallanes, y el emperador Carlos V, verdadero artífice, desde la cabeza del Estado (como soberano de Castilla), de la expedición.

De este modo se acabaría culminando un viaje, el primero de su naturaleza, que no solamente vendría a demostrar en el plano de lo material la esfericidad de la Tierra, sino que además venía a constituir un salto cualitativo sin parangón en los horizontes culturales de la Humanidad: nos hallamos frente un momento de inflexión en la Historia de la Humanidad.  

Sanlúcar de Barrameda, enclave realmente privilegiado en el seno del Golfo de Cádiz, punto neurálgico de la desembocadura del Guadalquivir, es un elemento capital en el desarrollo histórico de las navegaciones oceánicas, de los viajes marítimos y las exploraciones que vinieron a redondear el Orbe, permitiendo dar los primeros pasos del proceso de mundialización del planeta.

Como hemos señalado en otras muchas ocasiones (de palabra y por escrito), Sanlúcar de Barrameda vendría a constituir un verdadero “Cabo Cañaveral”, un “Baikonour” (entendido como punto de “lanzamiento” de las expediciones marítimas de la época, de ahí el paralelo que realizamos, siguiendo la feliz idea lanzada por el profesor y navegante italiano Franco Bazzanti) en las décadas de cambio entre los siglos XV y XVI, esto es, en ese momento histórico que (de acuerdo con los términos históricos convencionales y basados en la secuencia cronológica de los períodos históricos tal y como seguimos empleándola actualmente, aun sujeta a revisión y reconsideración) se sitúa en la transición entre la Edad Media y la Edad Moderna europeas.

Sanlúcar de Barrameda es, históricamente hablando, un núcleo privilegiado, un espacio articulador de un marco histórico, geográfico y cultural esencial para la Historia de la Humanidad como es el del marco amplio del Golfo de Cádiz y, en el seno de dicho contexto cartográfico (por así decirlo), la desembocadura y el curso bajo del río Guadalquivir.

De esta forma venía a completarse con éxito la Primera Vuelta al Mundo, y como consecuencia de ello, se abrirían horizontes nuevos, inesperados, azarosos y complejos, ante los ojos de la Humanidad.

Lo que hacía verdaderamente singular el acontecimiento, el regreso de la nao Victoria a Sanlúcar de Barrameda tras tres años de viaje, no era sólo el éxito económico de la empresa, ni el hecho de que con la culminación de la Circunnavegación el reino de Castilla consiguiese ponerse a la cabeza de la geoestrategia del espacio europeo de la época.

Así, podemos decir que lo que hizo verdaderamente especial dicho momento estelar de la Humanidad (parafraseando al escritor Stefan Zweig) fue el hecho de que nada, absolutamente nada, volvería a ser igual tras el retorno de la nao Victoria a Sanlúcar: el mundo era enorme, redondo, tangible; las distancias eran reales, pero abordables, y más allá de las olas otros mundos se abrían ante los europeos, unos mundos peligrosos, sí, lejanos, sí, pero reales y alcanzables.

Y la ciudad de Sanlúcar de Barrameda tendría la suerte y el gran honor de ser el lugar de referencia de este momento crucial de la Historia.

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