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Apuntes de Historia CCXXIX
 
 
 
 
 
 
 
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27 de Mayo de 2017
El Guadalquivir, el gran río-puerto de la I Circunnavegación”
Manuel Jesús Parodi Álvarez..-Como señalábamos la semana pasada (y en muchas otras ocasiones anteriores,en éste y en otros espacios y formatos, por escrito y de palabra), nos encontramos inmersos en el desarrollo de la Conmemoración de uno de los hechos históricos que pueden ser considerados -sin ambages- como de capital sentido y relevancia para el conjunto de la Humanidad, la Primera Vuelta al Mundo.
Nos encontramos ante el desarrollo de la Conmemoración de que hace ahora casi medio milenio, el 6 de septiembre de 1522, un único barco, la nao Victoria, culminó un viaje iniciado tres años antes por una flotilla compuesta por cinco embarcaciones, las naos Trinidad, Santiago, Concepción, San Antonio y Victoria, de las cuales, como señalamos, sólo la Victoria pudo regresar llegando a Sanlúcar de Barrameda, el punto en el que la expedición se hiciera a la mar el día 20 de septiembre de 1519, tras completar la Primera Vuelta al Mundo, durante tres años de singladura navegando hacia Occidente.
 
Hemos tratado en capítulos anteriores de esta serie, en diversos artículos de este espacio dedicado a la divulgación histórica, sobre este acontecimiento de nuestro pasado, un hecho fundamental de la Historia de la Humanidad que forma parte asimismo de la potentísima (nunca nos cansaremos de decirlo) Historia local de Sanlúcar de Barrameda.
 
La expedición Magallanes-Elcano, un proyecto estatal impulsado por el emperador Carlos V en el que se dieron la mano las iniciativas pública y privada en los primeros años del siglo XVI, se fraguó (como otras expediciones oceánicas precedentes y posteriores a la I Vuelta al Mundo, caso, por ejemplo, de los Viajes Colombinos) en ese verdadero “Cosmódromo de la Modernidad” que se extendió por el Golfo de Cádiz
 
y el río Guadalquivir (y al que ya hemos dedicado nuestra atención, asimismo, en párrafos precedentes).
Sevilla, el gran puerto del Guadalquivir, ciudad marítima en el interior de la Bética ya en tiempos de los romanos, y Sanlúcar de Barrameda, el gran puerto de la desembocadura del Guadalquivir desde tiempos inmemoriales (si se nos permite esta expresión marcadamente coloquial), fueron los dos ejes articuladores, al unísono, del Gran Viaje que protagonizaron las cinco naves que hemos mencionado supra, el Gran Viaje que marcó un antes y un después en la Historia del Mundo, en la Historia de la Humanidad.
Sevilla y Sanlúcar de Barrameda, desde la perspectiva de la economía del río Guadalquivir, son dos realidades inequívocamente relacionadas, íntimamente ligadas por el hilo azulado de la gran corriente del antiguo Padre Baetis, hasta el punto de que no es posible entender las grandes líneas de la evolución histórica del territorio (y de ambas ciudades) sin atender a la realidad del río, a la economía del río y su papel como vertebrador del espacio bético.
 
No es posible, pues, entender la Historia de este gran espacio sin atender al rol del río Tertis-Baetis- Guadalquivir como gran elemento de conexión entre el interior de la región y el mundo oceánico, y a su desempeño como gran vía de comunicación y transporte desde la Antigüedad, teniendo en los ámbitos hispalense y sanluqueño (sin demérito de otros espacios portuarios de su contexto, de unas u otras épocas, como la singiliense –por estar junto al Genil, el Singilis latino- Astigi, o Coria, o Alcalá del Río,
por citar algunos núcleos igualmente destacados en la economía del río –y especialmente en lo que concierne a su cauce inferior- desde la Antigüedad) dos de sus ejes vertebradores esenciales, ya desde época antigua, ya desde la Protohistoria, y aún más desde la organización del territorio bajo las águilas romanas y la implantación en el mismo (“grosso modo” desde el siglo II a.C., pero con mayor profundidad desde mediados del siglo I a.C., merced a la clara acción política de Julio César, primero, y de su hijo adoptivo y heredero, Augusto, después…) de los modos económicos (como ya hace mucho tiempo señalamos) romanos.
 
Una implantación de los modos económicos romanos que se vertebraría en lo que respecta a la organización del territorio, a su definición administrativa, a las bases jormativas, legales, que servían para definirlo, al desarrollo y potenciación de determinadas producciones (y no sólo agrícolas), como el aceite, el vino, pero también como las conservas de pescado, las salsas y salazones de pescado que se integran en el horizonte productivo de aquello que, en buena medida genéricamente conocemos como “garum”, y que guarda directa relación con la presencia material de población colonial itálica (los veteranos de las guerras romanas asentados en el territorio de la Baetica, por ejemplo) y con la inclusión plena de buena parte del Sur de la Península Ibérica en el espacio administrativo de la reforma provincial augústea, un territorio en buena medida organizado en torno a la nueva “Baetica”, ya convertida en provincia romana (de rango senatorial, es decir, gobernada desde el Senado de Roma y no por un gobernador nombrado por el emperador) desde el reinado del antedicho emperador Augusto.
 
La Baetica, así pues, no sólo se integraba de este modo con consistencia y entidad propias en el sistema administrativo territorial del Estado Romano, sino en el seno de las estructuras económicas de la “economía-mundo” romana, y ello con una mayor dimensión de escala de la que ya habían conocido estos territorios (aunque no quizá como un todo) en épocas precedentes (baste mencionar a los navegantes fenicios y cartagineses para apuntar en una dirección, en este mismo sentido que venimos señalando).
 
El río, como hemos tenido ocasión y modo de señalar en no pocos textos anteriores, es sin lugar a dudas y desde hace no siglos, sino milenios, el verdadero protagonista de la navegación en la región, constituyendo en sí no sólo la gran arteria de comunicación de la misma, sino el gran entorno portuario de la zona, contando en este sentido con dos grandes cabeceras históricas como son las de Sevilla y Sanlúcar de Barrameda, los dos pilares esenciales e interconectados del “gran entorno portuario”
de la región, que es el proporcionado, nada más y nada menos, que por el río Guadalquivir.
 
Y de ese modo, el Guadalquivir puede y debe ser considerado como el gran “río-puerto” de la Primera Circunnavegación de la Tierra, de la Primera Vuelta al Mundo, organizada a principios del siglo XVI, conjuntamente, desde (y en) los dos ámbitos principales de dicho gran espacio portuario, de dicho gran río-puerto bético, como son las ciudades de Sevilla y Sanlúcar
 
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