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Apuntes de Historia CCXLVII
 
 
 
 
 
 
 
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30 de Septiembre de 2017
La Primera Vuelta al Mundo, un antes y un después en la Historia de la Humanidad (IV)
Manuel Jesús Parodi Álvarez.-Venimos insistiendo en los últimos artículos (y, de hecho y en realidad, no solamente en los últimos artículos: venimos insistiendo en ello desde hace ya unos añitos) en que si hay un hito de la Historia de la Humanidad que vino a representar el corolario de un proceso de transformaciones verdaderamente significativas que condujeron a la irrupción (dígase así) de la Modernidad en la Historia de Europa a caballo entre los siglos XV y XVI, dicho hito es el de la Primera Circunnavegación de la Tierra, la Primera Vuelta al Mundo conocida, completada por la Expedición Magallanes-Elcano, que, habiéndose hecho a la mar desde Sanlúcar el 20 de septiembre de 1519 con cinco naves (las naos Victoria, Trinidad, Santiago, Concepción y San Antonia) vino a cerrar el simbólico círculo de su epopeya cuando la nao Victoria, 18 hombres comandados por el vasco de Guetaria Juan Sebastián de Elcano, regresó un seis de septiembre a la misma Sanlúcar de Barrameda que los viera partir tres años antes…

Hemos tratado de abordar -en los anteriores capítulos de esta pequeña serie que estamos dedicando al papel de la Primera Circunnavegación como “bisagra” en la Historia de Europa- algunos de los elementos de transformación que se dieron cita entre los mediados del siglo XV y la primera mitad del siglo XVI, una centuria que aunó algunas de las fuerzas y cuestiones impulsoras de dicho cambio hacia la Modernidad, algunos de los elementos de cambio que hicieron que la Edad Media (si nos expresamos en tópicos) quedase atrás en el continente europeo, para dar paso a unos tiempos y modos nuevos, los de la Modernidad y la extensión del Renacimiento (que llevaba ya en Italia pugnando por encontrar un espacio global, por extenderse, desde, al menos, el siglo XIV.

Hemos, así pues, hablado de la caída de Constantinopla en manos de los turcos otomanos, en 1453; ello llevaría a la definitiva desaparición de los últimos y residuales, pero no por ello menos sólidos (desde el punto de vista identitario) restos del Imperio Romano, lo que representaría –al menos en el contexto de una parte de las élites intelectuales, artísticas, culturales, de la Europa del momento- una verdadera sacudida: un mundo se había perdido irremisiblemente, Europa quedaba, hasta cierto punto, huérfana con ello.

La caída de Constantinopla habría sido uno de dichos factores de cambio, como las exploraciones oceánicas encabezadas por Portugal, habrían asimismo sido otro elemento determinante a la hora de romper las barreras y límites tradicionales de la cosmovisión europea de la época, como tratábamos de poner de manifiesto en los párrafos precedentes, dando al traste con la geoestrategia global de finales del siglo XV y rompiendo los controles (por no hablar de monopolios) comerciales existentes hasta dichos momentos, por los cuales las redes de distribución de productos procedentes del lejano Oriente a su llegada a Europa estaban en manos de persas, turcos y, finalmente, venecianos.

Otro de los factores de cambio en la transición de los siglos XV al XVI en Europa habría sido la puesta en funcionamiento (que de la invención habría que hablar más despacio) de la imprenta, un “invento” del alemán Johan Gutenberg que pese a arruinar a su inventor resultó revelador y fundamental para la extensión de la palabra escrita desde mediados del Cuatrocientos y, con ello, del conocimiento y, por añadidura, de la libertad de conciencia.

La imprenta rompió las barreras de la palabra escrita, hasta entonces constreñida a los límites de la paciencia de los copistas y a la riqueza de unos muy pocos (reyes, nobles, eclesiásticos de rango…) que podían permitirse el lujo de contar con el internet de la época: los libros.

A partir de la paulatina extensión de la imprenta, la palabra escrita y con ello el conocimiento comenzarían un camino de expansión, de crecimiento e influencia que no se detendría, rompiendo poco a poco las barreras que dicho conocimiento había conocido hasta esos entonces, entre otras cosas por las propias limitaciones en su evolución como consecuencia de lo precario de los medios de su difusión, una difusión fácilmente controlable además por los poderes del momento habida cuenta de que la copia de manuscritos era mucho más susceptible de control y limitación que (a largo plazo…) la publicación de volúmenes impresos, sujetos, sí, a censura y control oficial, pero en fin de cuentas más “volátiles” que los precedentes manuscritos desde el punto y hora, por ejemplo, de la posibilidad de disponer de muchas más copias de un trabajo con la imprenta que sin ella.

Una tecnología, una técnica, sustituiría a la otra: la imprenta sustituiría a los manuscritos (a la pluma y la tinta como medios de reproducción del conocimiento), y con ello la difusión del saber lograría alcanzar cotas muy superiores a partir de la segunda mitad del siglo XV en Europa de lo que había conocido hasta aquellos momentos, posibilitando el contraste de ideas, facilitando el intercambio de conocimientos, y haciendo posible que cada vez más personas (en un camino hacia la sociedad letrada -y menos hacia la sociedad del conocimiento- que ni hemos culminado ni culminaremos tan fácilmente) tuviesen acceso a unos mayores niveles de acceso a la cultura, a la educación, al conocimiento.

La imprenta, así pues, es otro de los elementos de cambio, de los elementos dinamizadores, de la Europa de la transición entre los siglos XV y XVI; habría de ser un elemento (pese a los problemas iniciales para su implantación y a la voluntad de los poderes de la época por controlar sus efectos -algo que perduraría largamente en el tiempo) de cambio fundamental en la Europa del Cuatrocientos, contribuyendo a ampliar los horizontes mentales e ideológicos de -al menos- algunas capas de la población europea de la época.

Así pues, la época de la Primera Circunnavegación del planeta, de la Primera Vuelta al Mundo, sería también una época en la que se sentarían las bases para la extensión del conocimiento, para una mayor (sea dicho sin ánimo de magnificar las cosas) “horizontalización” del saber, gracias a la aparición en el Viejo Continente de la imprenta, de la mano del alemán Johan Gutenberg en la segunda mitad del siglo XV, sólo unas décadas antes de que la Expedición de Hernando de Magallanes se hiciera a la mar desde las playas de la desembocadura del Guadalquivir, desde las playas de Sanlúcar de Barrameda, para cambiar de una vez por todas la concepción que los humanos tenían de su propio planeta, rompiendo barreras y distancias y demostrando, finalmente, que la Tierra era, sí, redonda.

 

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