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Apuntes de Historia CCCXVI
 
 
 
 
 
 
 
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27 de Enero de 2019
El giro copernicano de la I Vuelta al Mundo
Manuel Jesús Parodi Álvarez.- Ahora más que nunca nos encontramos plenamente inmersos en el desarrollo de la Conmemoración de un hecho histórico singular, de un acontecimiento histórico verdaderamente fundamental para el devenir de la Humanidad, la Primera Vuelta al Mundo, cuando hace ahora medio milenio (que se cumplirá a finales de este próximo verano), cinco naves se hicieron a la mar desde Sanlúcar de Barrameda el 20 de septiembre de 1519 (las naos Victoria, Trinidad, Santiago, San Antonio y Concepción) para buscar las Islas de las Especias, en el Extremo Oriente, navegando hacia Occidente, siendo que finalmente el 6 de septiembre de 1522, un solo barco de los cinco que partieron de nuestras playas, la nao Victoria, regresaría a Sanlúcar culminando de este modo aquel viaje iniciado tres años antes, volviendo a su punto de partida tras completar con éxito la Primera Vuelta al Mundo navegando siempre, como decíamos, hacia Occidente.

Ese puñado de valientes que regresaron a Sanlúcar con Juan Sebastián de Elcano como comandante, ni siquiera una veintena de marinos, era todo lo que había sobrevivido de los más de doscientos hombres que en septiembre de 1519 se habían hecho a la mar desde las riberas de Sanlúcar de Barrameda conformando la dotación de aquellas cinco naos que componían la Armada de la Especiería comandada por el marino portugués al servicio de la Corona de Castilla Hernando de Magallanes, quien tenía la idea y la firme voluntad de alcanzar las Islas de la Especiería navegando siempre hacia el Poniente, como sucedería finalmente.
 
La maltrecha nao Victoria y su más que mermada dotación eran todo lo que quedaba de la Expedición Magallanes-Elcano, y había regresado a Sanlúcar de Barrameda después de completar con éxito nada más y nada menos que la Primera Vuelta al Mundo, una proeza verdaderamente extraordinaria, toda una hazaña de la que aquella nave y aquel puñado de héroes de hace ahora quinientos años eran los completos protagonistas.
 
La nao Victoria, con su tripulación de fantasmas supervivientes y al mando del el marino vasco Juan Sebastián de Elcano alcanzaría a regresar a la “Bahía” de Sanlúcar de Barrameda (como la retratase en sus párrafos el cronista de la Expedición, el italiano Antonio Pigafetta) el 6 de septiembre de 1522 tras coronar de forma exitosa una increíble travesía, un viaje lleno de azares y peligros, una travesía que se había iniciado en las playas de Sanlúcar de Barrameda tres años antes, el día 20 de septiembre de 1519, y cuya culminación daría para siempre un cambio a la Historia de la Humanidad.
 
En este viaje aquella Armada comandada en su inicio por el luso Hernando de Magallanes se había visto forzada a afrontar los peligros de la navegación oceánica por mares ignotos hasta que finalmente la Expedición, reducida a la presencia singular de la sola nao Victoria se vería coronada por el éxito, como decimos y sabemos, en las aguas sanluqueñas, en las orillas del viejo río Guadalquivir.
 
Golpeados por los azares del viaje desaparecería la mayoría de los marinos que lo iniciaron, si bien pese a todos los peligros la Expedición llegaría a colmar todas las expectativas de quienes la hicieron posible, como (entre otros) el emprendedor Cristóbal de Haro, el organizador y capitán del viaje, Hernando de Magallanes (también fallecido durante la epopeya), y el emperador Carlos V, quien sería el verdadero artífice, como monarca de Castilla, de la propia Expedición.
 
De esta forma se culminaría un singular Viaje que no sólo demostraría la esfericidad de la Tierra sino que representaría un salto cualitativo sin igual en los horizontes culturales globales de la Humanidad: nos hallamos frente un auténtico momento de inflexión en el devenir de la Humanidad, ante un verdadero “giro copernicano” en nuestra Historia. 
           
Sanlúcar, enclave privilegiado en el seno del Golfo de Cádiz y punto neurálgico en la desembocadura del río Guadalquivir, cuenta con un papel esencial en el desarrollo de las navegaciones oceánicas históricas, de los viajes marítimos y de las grandes exploraciones que “redondearon” el Orbe terráqueo, y permitieron dar los primeros pasos en la mundialización de nuestro planeta.
 
Sanlúcar de Barrameda (como hemos señalado en muchas ocasiones y desde hace años) era un auténtico “Cabo Cañaveral”, un “Baikonour”, durante los siglos XV y XVI, en el momento histórico de transición entre las Edades Media y Moderna, siendo el verdadero “Cosmódromo” de la Modernidad.
Nuestra ciudad es, desde la perspectiva histórica, un núcleo privilegiado, un núcleo vertebrador de un marco histórico, geográfico y cultural que resulta fundamental para el desarrollo de la Historia de la Humanidad, el gran contexto del Golfo de Cádiz, localizada la población en el seno de dicho ámbito espacial (por así decirlo), en la desembocadura del viejo pater Baetis de los romanos, el feraz río Guadalquivir.
           
Al completarse de forma exitosa la aventura de la Primera Vuelta al Mundo se abrirían ante los europeos horizontes nuevos, tan inesperados como complejos, en lo económico, en lo cultural, en lo político, en todos los sentidos.
Y uno de los factores que hacían verdaderamente especial el retorno a Sanlúcar de la nao Victoria después de una larga travesía de tres años no era sólo el enorme éxito económico de la iniciativa, ni siquiera el que con la feliz culminación de la Primera Circunnavegación la Castilla de la época consiguiera situarse a la cabeza de la geoestrategia de la Europa del momento.
 
Lo que haría especial aquel momento estelar de la Humanidad (parafraseando, una vez más, al escritor austríaco Stefan Zweig) sería el hecho de que desde entonces absolutamente nada sería igual; tras el regreso de la nao Victoria a Sanlúcar de Barrameda, lo que constituiría un auténtico giro copernicano en nuestra Historia, se constataría que el mundo es redondo, enorme pero finito.
Al mismo tiempo, se constataría que las distancias eran inmensas pero abordables, asumibles, y que más allá de las olas de los océanos otros mundos se abrían ante la mirada atónita y las expectativas de la época, unos mundos acaso peligrosos, ciertamente lejanos, pero a la misma vez tangibles y alcanzables.
Y Sanlúcar de Barrameda tendría la suerte y el honor de ser un privilegiado lugar de referencia de aquel momento esencial de la Historia de la Humanidad.
 
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