domingo, 31 de agosto de 2008

El fuego se apagó

Fue mi amigo Juan Antonio Caro quien me dijo por primera vez aquello de "La ausencia es una aire que apaga el fuego chico y aviva el grande". Y lo hizo porque, hace ya quince años, me veía sufrir por un amor en la lejanía. Lo que a lo mejor no sabía Juan era que el aire, a veces, se transforma en huracán que todo lo arrasa y que, por grande que sea, es capaz de extinguir hasta el más poderoso de los incendios.

Creo que algo así me ha pasado con este blog. Acabo de regresar de Sanlúcar, después de mes y medio de veraneo, y me he dado cuenta de que ya no quedan ni rescoldos que avivar. He llegado a la certeza absoluta de que en mi ciudad hay cosas que nunca cambiarán. Y menos desde la distancia.

Gracias a todos los que durante este último año han utilizado parte de su tiempo en leer y participar de mis opiniones. Ha sido una experiencia muy gratificante para mí pero para la que, desgraciadamente, me he quedado sin fuerzas.

Al menos, me queda el consuelo de saber que volveré. No sé cuándo ni cómo, pero sí sé adonde; a Sanlúcar. Pero no a contemplarla desde la distancia, sino a vivirla desde sus entrañas.

Adiós.

sábado, 24 de mayo de 2008

La feria



Llevo diez años fuera de Sanlúcar. Casi un tercio de mi vida. El tiempo suficiente para ser en Murcia el sanluqueño y en Sanlúcar el murciano. Es algo así como vivir en una especie de limbo identitario. Aunque he de reconocer que, poco a poco, por mimetismo, por empatía o por ósmosis ―vaya usted a saber― me voy haciendo cada vez más huertano. Empiezan a gustarme los pasteles de carne, de vez en cuando se me escapa algún “poquico”, “pijo” o “acho”; y hasta me estoy pensando colgar un cartel de “Agua para todos” del balcón de mi casa. Bueno, tampoco tanto.

Recuerdo que hace un par de años llamé a mi hermano un domingo por teléfono. Cuando descolgó, el ruido era ensordecedor. Hablar con él fue imposible. "¿Pero dónde te has metido?", pregunté. "Estoy en La Feria", gritó. Tras unos segundos reaccioné: “¡La Feria, claro!”. En realidad ni se me había pasado por la cabeza que aquel jaleo pudiese provenir de una caseta.

Cuando era niño iba cada día a La Calzada durante las semanas previas para comprobar cómo avanzaba el montaje de las casetas, cuántos tubos habían puesto en la portada o qué "cacharrito" nuevo había llegado ese año. Pasa el tiempo, llamas un domingo a tu hermano, escuchas las sevillanas de una caseta por teléfono y te ves arrastrado a un flash back vertiginoso. Aquel día fue duro.

Ahora, tras una década, en mi cabeza sólo quedan pequeños trocitos de feria apelmazados en forma de recuerdos. Los montones de tubos oxidados en El Real, los farolillos desprendidos por la lluvia, las raciones de pimientos y menudo, el incesante soniquete del turronero: “le lleno la bolsa por quinientas”; el polvo, el ruido, los perritos calientes. Las bicis colgadas de la tómbola, los pollos asados de Popeye, los culazos en el ET, las fichas de los “coches de choque”, los escarceos a la playa, el ambiente de la caseta de COU. Los cartones del bingo esparcidos por el suelo, el algodón de azúcar, los puestos de tabaco improvisados en cualquier parte. Los chinos y sus flores estuchadas, los montones de lechugas sobre una mesa, las peleas con mi madre para que me comprase ese dichoso juguete que me obsesionaba de niño. La insoportable peste a orín en cualquier esquina, los burros paseando por la playa, “la Toñi” presentando el concurso de sevillanas y Juan y yo haciendo radio desde cualquier caseta.

Hace tres años volví. Quería vestir a mi hija de faralaes, mostrarle la esencia de nuestra fiesta y recuperar un poco mis raíces. Pero fue inútil. Me sentí como cualquier turista, como un espectador que ya no forma parte de la feria sino que, simplemente, está. Así que el año que viene también vestiré a mis hijas, pero de huertanas. Aunque mucho me temo que seguiré instalado en mi particular limbo.

domingo, 13 de abril de 2008

Podría haber sido Irene

Bibiana Aído, ministra de Igualdad.

Fuera de cámara, en los momentos previos a la entrevista que le realicé a la alcaldesa de Sanlúcar las pasadas Navidades, le pregunté: "Si te llama Chaves para su gobierno, ¿te vas?", a lo que Irene contestó con un rotundo no. "¿Y si te llama Zapatero...?", proseguí. Ante esa cuestión, quizás lo esperable es que te digan que con 26 años, poca experiencia política y apenas habiendo llegado a un cargo de responsabilidad, a ningún presidente de Gobierno se le ocurriría llamarte para su gabienete. Irene, sin embargo, no consideró descabellada la pregunta y contestó que "tampoco" con la misma contundencia, consciente, quizás, de la idea de que una política de su perfil era lo que Zapatero estaba barruntando para su futuro Gobierno.

Bibiana Aído, alcalaína de 31 años, Licenciada en Dirección y Administración de Empresas, diputada por Cádiz en el Parlamento Andaluz, es la sorpresa de ZP para su Gobierno. La ministra de Igualdad fue delegada de Cultura de la Consejería de la Junta en Cádiz entre 2003 y 2006. En esos años trabajó codo con codo con la que ahora es nuestra alcaldesa y por entonces Diputada Provincial de Cultura. Además de Bibiana, el nombre de Irene estuvo encima de la mesa del presidente. Juan Manuel Marqués publica hoy en Diario de Cádiz: "En sus estancias en Doñana, el presidente ha hablado en varias ocasiones con la alcaldesa de Sanlúcar, que tiene un perfil parecido al de Bibiana: muy joven, pero lo suficientemente lista como para ganar unas elecciones en una ciudad complicada. Zapatero oye su nombre, también el de algunas más, y consulta con Rubalcaba, que tiene muy buena impresión de ella. Pregunta a Chaves, y ya está. La más joven".

Probablemente ―la discreción obliga en estos casos― nos quedaremos con la duda de saber si Zapatero llamó a Irene. Pero lo cierto es que, de haberse producido esa llamada, se me hace difícil que la alcaldesa le hubiese dado calabazas. Aunque, conociéndola un poco, tampoco es imposible.

miércoles, 9 de abril de 2008

Lo que no necesitamos

De todos es conocido que no hay mejor desprecio que la falta de aprecio. Sin embargo, hay veces en las que uno no puede resistirse.

De un tiempo a esta parte, sobre todo desde que ciertos gurús del ciberespacio sanluqueño no se sienten suficientemente recompensados por lo que creen que ha sido su determinante papel en el vuelco electoral de las últimas municipales, hay sitios en esta ciudad en los que vale todo si de lo que se trata es de darle caña a los políticos. Y cuando digo todo me refiero, por ejemplo, a trascender desde la crítica legítima a una gestión hasta el descrédito personal; o a confundir el espacio de lo público con el ámbito privado de las personas.

Algunos han llegado a tales cotas de ignominia que no han dudado en ridiculizar y dejar que sean ridiculizados los representantes libremente elegidos por los ciudadanos con afrentas basadas en aspectos de tal bajeza moral como su acento, su habla o algo tan sorprendente como la tendencia a sonreir de una persona.

Los que hace poco más de un año se autoproclamaban como baluartes y garantes de la libertad de expresión en Sanlúcar, regentan ahora sus medios como señoritos de un cortijo en el que se ha colgado en la puerta el cartel de "se reserva el derecho de admisión". Han adoptado para sí el mismo sectarismo que antes denostaban y han convertido el seguidismo en su religión. O se está con ellos o contra ellos. No hay más.

Somos muchos, me incluyo, los que creemos férreamente en la crítica ―dura si en necesario― como instrumento imprescindible en una sociedad democrática. Yo soy de los que ha "dado cera" cuando lo he creído oportuno. Y lo he hecho a unos y a otros, sin importarme su afiliación política, sino sus actos. Los he valorado por lo que han hecho y por lo que han dejado de hacer; por el cómo y el por qué; por el cuándo y el dónde; pero nunca por el quién.

Nuestro pueblo adolece de muchas carencias. Necesitamos casi de todo, pero no de mesías, salvapatrias, iluminados y faltones que, sirviéndose de nuestra precaria situación, sólo buscan el protagonismo y el escaparate en el que lucir sus habilidades y vender sus productos. Para eso está el mercado, no Sanlúcar.

lunes, 10 de marzo de 2008

Vía libre




Sólo había una opción para que Irene García pudiera justificar un posible fracaso en su gestión municipal. Pero esa opción acaba de esfumarse. En los tres años de mandato que le quedan por delante, la única oposición a la que tendrá que enfrentarse se sienta junto a ella en el Salón de Plenos del Ayuntamiento. Chaves y Zapatero gobernarán holgadamente hasta 2012 así que, para los ediles sanluqueños, acaba de ponerse en verde el semáforo que les indica vía libre para acometer su proyecto de ciudad.

Pero como no todo puede ser de color de 'rosa' para los socialistas, el reto al que se enfrentan en esta legislatura es la galopante desaceleración económica (por cierto, el término correcto sería deceleración) que, más bien, empieza a presentarse como una recesión en toda regla. Irene tendrá que darle la vuelta a la tortilla con una sartén que, por el desgaste del tiempo y el mal uso, empieza a pegarse y a pesar cada vez más. La alcaldesa tendrá que rascarle los bolsillos a consejerías y ministerios "amigos", pero que cada vez tendrán menos recursos para invertir; y lidiará con un sector empresarial que si en algo es experto es en nadar y guardar la ropa cuando azota el temporal.

Llegan tiempos duros para todos. Tiempos en los que la globalización económica mundial cada vez deja menor margen de maniobra a los gestores que más cerca están de los ciudadanos. Qué decir, por tanto, de un ayuntamiento como el de Sanlúcar que en los años de bonanza flaqueó hasta quedarse en los huesos. Serán tiempos en los que nuestros gobernantes viajarán en el mismo tren que el Gobierno central y autonómico pero con dos grandes inconvenientes: ni ese tren es el AVE ni tendrá el viento a favor.


miércoles, 20 de febrero de 2008

De todo un poco


ALCAMPO CALIENTA MOTORES

La cuenta atrás para la apertura de Las Dunas ha comenzado. El hipermercado de la cadena Auchan ha convocado a los medios de comunicación locales a una conferencia de prensa el próximo martes 26 de febrero. En el transcurso del acto, el director regional de Alcampo para Andalucía y Canarias, Jorge Míguez, presentará el Grupo Auchan y Alcampo, su política de Recursos Humanos, el sistema de accionariado voluntario que operará próximamente en Sanlúcar, así como la estrategia comercial de la empresa. Míguez informará también sobre la política de Responsabilidad Social Corporativa de la compañía, centrada en sus compromisos con los empleados, clientes, medio ambiente, proveedores y personas desfavorecidas.

En el acto estará presente, asimismo, el director del hipermercado Alcampo de Sanlúcar, Rafael Tristán, que presentará todas las novedades relativas a la primera tienda de la cadena en la provincia de Cádiz y que estará ubicada en el Parque Comercial Las Dunas de la carretera de El Puerto.


RECORTE DE SUELDO PARA VERDÚN
Ya es oficial. El Boletín Oficial de la Provincia ha publicado el nuevo sueldo de D. Fernando Verdún, Jefe de Gabinete de la Alcaldesa que, tras un recorte de casi un 20 %, se queda en la nada desdeñable cifra de 66.000 euros anuales. Esta decisión se adoptó en la Junta de Gobierno Local celebrada el día 28 de diciembre de 2007.


MENDICUTTI PUBLICA SU NUEVA NOVELA

El escritor sanluqueño acaba de sacar al mercado 'Ganas de hablar', editado por Tusquets, en la que hace una férrea defensa del habla andaluza. Para Eduardo Mendicutti, uno de los ejes fundamentales de la novela es la "supervivencia" de nuestra forma de hablar, que se encuentra en "vías de extinción" por la amenaza de la jerga "encorsetada del mensaje de móvil, del chateo o de los medios de comunicación que todos repetimos como electrodomésticos".

Después de toda una vida arreglándoles las uñas a domicilio a las «señoras bien» de La Algaida con su haute manicure, y dándoles bullanguera y muchas veces terapéutica conversación, el manicura Cigala recibe el reconocimiento oficial de sus paisanos, que le consideran una verdadera institución: el pleno municipal acuerda ponerle su nombre a una calle.

Entusiasmado por la noticia, y alentado por sus irrefrenables y reivindicativas «ganas de hablar», Cigala pide que le pongan su nombre a la hasta ahora llamada calle Silencio, como compensación por cuanto, aunque parezca mentira, ha tenido siempre que callar. Con esas mismas «ganas de hablar», y hasta la fecha fijada para el acontecimiento, se lo irá contando todo, día a día, no sólo a su senil y silenciosa hermana Antonia, con la que vive y a la que cuida, y a sus clientas, y a la Fallon, y al curita Pelayo, sino también a sí mismo y a los fantasmas de su pasado, y se enfrentará a la pitracosa Purita Mansero y a todos los que se escandalizan porque le quite la calle nada menos que al Cristo del Silencio, cuya cofradía pasa por ahí cada Miércoles Santo.

En Ganas de hablar, Eduardo Mendicutti reconstruye, por medio de apasionados soliloquios, la vida de un personaje que se reconoce en otros –mujeres, inmigrantes, gente fina venida a menos– y que reclama su derecho a recordarlo todo. Y lo hace recreando de manera prodigiosa un combativo y colorista lenguaje coloquial, ya en peligro de extinción, que acaba por erigirse en el otro gran protagonista de la novela.


jueves, 14 de febrero de 2008

¿Sucia o sin limpiar?

Que Sanlúcar es una ciudad sucia, lo sabemos todos. No más que otras, cierto, pero eso, como al tonto, no debe consolarnos. Y lo es porque tiene suciedad pero también porque se ensucia facilmente. Pero, ¿por qué?. Si hacemos un examen de conciencia colectiva, reconozcámoslo, en general los españoles somos bastante guarros. No hay más que darse una vueltecita por la mayoría de países europeos para darse cuenta de que nuestras calles, plazas y parques dejan mucho que desear.

Nosotros, los sanluqueños, hemos llegado a hacer de "ensuciar" el deporte local. Algunos, los que practican disciplinas como el "lanzamiento de bolsa al contenedor", se han convertido en verdaderos profesionales de la cochambre consiguiendo, incluso, tiros perfectos desde vehículos en marcha. Sin embargo, esta modalidad deportiva tiene un pequeño inconveniente: el reglamento impide introducir la basura en el contenedor si ésta no se ha colado en el mismo en el primer intento.

El manual del buen ensuciador exige salvaguardar determinados hábitos que se han afianzado entre los sanluqueños después de muchos años de empeño y tesón como, por ejemplo, no recoger las caquitas de los perros de la calle, tirar al suelo las cáscaras de los frutos secos y las colillas, depositar las bolsas de basura en los contenedores antes de las seis de la tarde, forrar las farolas, papeleras y paredes con carteles y anuncios, verter el agua sucia a la vía pública, dejar los muebles y electrodomésticos viejos junto a los contenedores como si de mobiliaro urbano se tratase o instalar aparatos de aire acondicionado asegurándose que goteen sobre los peatones y, a ser posible, encharcando la zona.

Pero nosotros, en el fondo, lo hacemos porque queremos asegurarles el pan a los hijos de los operarios municpales de la limpieza. Claro que, por esa misma regla de tres, deberíamos de comenzar a provocar incendios, cometer delitos o inducir enfermedades para evitar que bomberos, policías y médicos se queden el el paro.

Y todo esto viene a colación el último llamamiento que acaba de hacer el Ayuntamiento a los ciudadanos para mantener pulcra la ciudad. Aprovechando la repercusión que está teniendo la campaña publicitaria yo voy (al parecer vinculada al Partido Andalucista) dicen los responsables municipales que la mejor forma mantener limpia a Sanlúcar es no ensuciarla. Hasta ahí ―el axioma obliga― estamos de acuerdo. No obstante, olvidan los munícipes algo quizás más importante: si todo estuviese limpio seguro que ensuciaríamos menos. Y esa parcela le corresponde a un cosistorio cuya labor en este terreno deja mucho que desear. Pasados nueve meses desde las elecciones ya no valen excusas. Más allá de actuaciones puntuales, ampliamente publicitadas a los medios, las calles siguen estando sucias, los contenedores mugrientos y la mayoría de los espacios públicos desaliñados. Y de las playas y sus cloacas, mejor ni hablamos.